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LIBROS

Crónicas del octubre asturiano

Un libro recoge los textos de Chaves Nogales, Josep Pla y José Díaz Fernández sobre la revolución de 1934 en Asturias

Armamento de los revolucionarios en Asturias ABC
Jaime G. Mora

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El estallido revolucionario en Asturias contra la legalidad republicana dejó unos 1.500 muertos en dos semanas de destrucción y desolación, más de 2.000 heridos y 30.000 prisioneros. Fue, dos años antes de la Guerra Civil, una rebelión violenta como no se había visto hasta entonces: hubo víctimas entre los insurrectos, el Ejército y el clero, con una treintena de sacerdotes ejecutados. El octubre asturiano causó incluso más destrozos que la revolución rusa del 17. «Costó mucho menos implantar el bolchevismo en las calles de Moscú de lo que ha costado a Oviedo resistir a los mineros. Aquellos famosos diez días 'conmovieron al mundo' fueron positivamente menos espantosos que los diez días de la revolución en Oviedo», resumió Manuel Chaves Nogales .

El levantamiento comenzó el 5 de octubre del 34 como reacción al acuerdo de Gobierno entre la CEDA –una coalición de partidos de derechas antirrepublicanos– y los radicales de Lerroux. El avance del fascismo en Europa, la fuerte conflictividad social y las campañas de agitación promovidas desde algunos círculos mediáticos contribuyeron a esa sensación de Estado fallido. La República se estaba quedando sin republicanos, y sin la prometida revolución social. Así que el día después de anunciarse la entrada de la CEDA en el Gobierno, la alianza obrera llamó a la huelga general revolucionaria: un intento desesperado por implantar el socialismo que solo tuvo incidencia real en la «comuna» asturiana.

En Madrid, la precaria organización propició su derrota. En Cataluña el movimiento quedó absorbido por la proclamación del Estado catalán. «Los hombres de Esquerra, que gobernaban en la Generalitat de Cataluña, a pesar de la magnífica posición de privilegio de que disfrutaban dentro del régimen, privilegio que no había conocido nunca ningún partido político catalán, han creído que tenían que ligar su suerte a la política de los hombres más destructivos, más impopulares y más odiados de la política general. Se han equivocado, y lo han pagado caro –sentenció Josep Pla –. Han comprometido, sobre todo, lo que tendría que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: la política de la Autonomía, el Estatuto [...] Cataluña sigue con su historia trágica, y solo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimamente se podrá corregir el camino emprendido».

En Asturias la alianza obrera era total y, durante unos días, los revolucionarios pusieron en jaque el orden constitucional, con el Estado de guerra declarado, al tomar el control de ayuntamientos y cuarteles de la Guardia Civil. Libros del Asteroide recupera este trágico capítulo de la historia española en «Tres periodistas en la revolución de Asturias» , un sugestivo volumen que recoge las crónicas que escribieron aquellos días Chaves Nogales, Pla, dos de las firmas más destacadas del periodismo español, y José Díaz Fernández .

Pla, enviado por la conservadora «La Veu de Catalunya», presumía de ser el primer reportero en llegar, pasando por el País Vasco, al lugar del desastre. «Me es imposible a estas horas facilitar información sobre lo que los periodistas llamamos los hechos. Tengo tanto original ante los ojos, sobre cosas anecdóticas, que si empezara a escribir no acabaría nunca. Daría, además, una impresión incoherente sobre la situación en Asturias», admitió. El valor de su pluma, como la de Chaves Nogales, es que aquellas crónicas hoy siguen aportando luz, pese a sus reparos.

Chaves Nogales dio cuenta en las páginas de «Ahora», donde acababa de publicar la exitosa historia de Juan Martínez («El maestro Juan Martínez que estaba allí», Libros del Asteroide), de la extrema bestialidad de los acontecimientos. «La rebelión –escribió desde una perspectiva más liberal–, ha tenido esta vez caracteres de ferocidad que no ha habido nunca en España. Ni siquiera durante la gesta bárbara de los carlistas hubo tanta crueldad, tanto encono y una pavorosa falta de sentido humano». Las toneladas y toneladas de dinamita de que dispusieron los revolucionarios explican ese nivel de destrucción: «Si toda ella la hubiesen utilizado, no habría quedado en Oviedo piedra sobre piedra».

José Díaz Fernández fue el único de los tres informadores que vivió de primera mano la revolución. Periodista, activista de izquierdas y exdiputado, publicó el librito «Octubre rojo en Asturias», al tiempo que se ofrecía por entregas en el «Diario de Madrid». «Octubre rojo en Asturias» es un reportaje largo, que pese a tener más ficción que hechos contrastados explica con acierto la poca organización que hubo: «Faltaba una técnica de la revolución».

El levantamiento asturiano fue doble, con una primera revolución dirigida por los viejos militantes socialistas que, tras fracasar, dio paso a una segunda liderada por las juventudes. Fue un motín que solo triunfó en las cuencas mineras, donde se llegó a proclamar la República Socialista, pero con escasa repercusión en otros pueblos de Asturias, como no la tuvo en Gijón ni Avilés.

La respuesta del Estado fue contundente: con un despliegue de 18.000 soldados que actuaron por cuatro frentes y con bombardeos sobre zonas costeras. El día 14 el Ejército tomó el Ayuntamiento. El 15 se escucharon los últimos disparos. El 18 se negoció el fin de la insurrección. «Cómo hubiese terminado aquello de no llegar las tropas es difícil de prever», señaló Chaves Nogales. «Seguramente hubiesen sido víctimas de la revolución los mismos que la desencadenaron».

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