TEATRO
Figurines inéditos de Miguel Narros para Manuela Vargas ven la luz en ABC Cultural
Sirva de homenaje a Miguel Narros y Manuela Vargas la publicación de los figurines –que ven la luz por primera vez en ABC Cultural– que este realizó para su adaptación de «Fedra», interpretada por la excepcional bailaora
david calzado
La soledad del camerino, un «johnny walker» con agua y dos paquetes de Nóbel era todo lo que necesitaba Manuela Vargas para buscar a ese animal escénico misterioso y rotundo que se desbocaba al pisar el escenario. Pocos como ella han podido pasar en ... pocos minutos de embelesar con su elegancia innata a conmover con la locura transitoria de una hechicera. Muy pocos han sido aclamados en lugares tan dispares como un tablao o el Anfiteatro Romano de Mérida .
Había nacido en 1937, mientras España se partía en dos y el puesto de frutas de su padre no daba para alimentar a sus seis hijos. Ganó sus primeras 40 pesetas bailando sevillanas para un director de cine y se pagó las pocas clases que recibió limpiando la academia de Enrique El Cojo , su único maestro. En poco tiempo, el nombre de Manuela La Trapitos circulaba con fuerza en los ambientes flamencos de la ciudad. Con 16 ya se ganaba la vida en Madrid, y con poco más de 20 llegó su consagración después de participar en la gala del Día Mundial del Teatro en París. El revuelo fue tal que, poco después, José Monleón escribía para ella «Antología dramática del flamenco», la obra que la lanzaría internacionalmente. Lauro Olmo sentenció tras acudir a uno de los ensayos: «Todo lo que Lorca quiso alcanzar lo consigue esta mujer con un simple movimiento».
Un fenómeno social
En diez años, Manuela Vargas había conquistado los principales escenarios de París, Londres, Roma o Nueva York, donde se convirtió en un fenómeno social. Tenía 28 años cuando cobró 14.000 dólares por ocho minutos de baile en el show televisivo de Ed Sullivan , mientras la prensa estadounidense la incluía entre las mujeres más elegantes del mundo.
Con su éxito, la Vargas no solo había conseguido ayudar a su familia, sino que estaba alimentando a muchos de los mejores artistas jondos. Salvo dos o tres excepciones, sería posible contar la Historia del flamenco de los años 60 y 70 haciendo referencia solo a aquellos a los que ella contrató: Paco de Lucía , Morente, Mercé, Fernanda y Bernarda de Utrera, Matilde Coral, Mario Maya o Cristina Hoyos , entre otros. Para su hija, la actriz y bailarina Macarena Vargas, «otros se compraban casas y oros y ella se “compró” poder llevar a los mejores a cualquier parte del mundo».
«Todo lo que Lorca quiso alcanzar lo consigue esta mujer con un movimiento» (L. Olmo)»El Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología de Jerez , en 1969, y dos Nacionales de Teatro , en 1970 y 1971, la confirmaron como primera figura de la danza. Para Antonio Najarro , director del Ballet Nacional de España , el éxito va más allá de la manera de bailar: «Manuela era racial, una personalidad arrolladora y eso es lo que hace que un artista sea único e inigualable».
Si el flamenco y el teatro son pura magia en manos de algunos artistas, Medea es un personaje perfecto. Si la dirige Miguel Narros , la coreografía el maestro Granero y la música la compone Manolo Sanlúcar , da como resultado una obra redonda, representada más de 500 veces desde su estreno en 1984 y, que ese año, recibió el galardón al mejor ballet en el Metropolitan Opera House de Nueva York .
Algo salvajo y primitivo
«Lo suyo era algo no aprendido, algo muy salvaje, primitivo. Tanto que para crear Medea nos inspiramos en ella. No había que enseñarle nada, sólo había que empujarla suavemente para que cogiera las cosas», apuntaba Miguel Narros.
Antonio Najarro cree que «la de Manuela Vargas es la referencia de las Medeas. Ella representaba al animal que vive dentro de la hechicera . Su Medea es difícil de explicar, es única, visceral, llegaba realmente a reflejar las entrañas del personaje».
La bailaora española cambió los trajes de lunares por las ropas sombrías de Medea hasta completar su trilogía griega con «Las Bacantes», dirigida por Salvador Távora , y «Fedra», bajo la batuta del propio Narros.
En su último año profesional peleó con la depresión para lucir la ropa de Roberto Verino en Pasarela Cibeles, ponerse de mandil y zapatillas para hacer de criada de Marisa Paredes en «La flor de mi secreto», de Pedro Almodóvar , y dar la réplica a Joaquín Cortés en su espectáculo «Pasión Gitana».
Con 58 años decidió abandonar los escenarios. Para su hija Macarena, « mi madre enfermó con «Medea» y ya nunca se recuperó. Se retiró tan pronto porque era consciente de que no iba a poder seguir manteniendo el nivel de Manuela Vargas».
Una figura difuminada
A punto de cumplirse seis años de su muerte, su figura parece haberse difuminado de la memoria del flamenco y el teatro. Eva Yerbabuena piensa que «usamos demasiado la palabra “maestro” y yo no creo que haya tantos. Es a estas figuras a las que hay que agradecerles lo que nos han dado y deberíamos haberlo hecho en vida».
«Cobró 14.000 dólares por ocho minutos de baile en el show televisivo de Ed Sullivan» Para Narros –al que Macarena Vargas considera « el padre que nunca tuvimos . Tan cariñoso y a la vez tan estricto»– no se le había hecho justicia. «Es un caso único en el teatro, a la que se ha considerado mucho más fuera que en España».
Para curar esa desmemoria, la familia guarda cientos de recortes de medios como «The Guardian», «Il Messaggero» o «The New York Times» en los que las tres palabras más usadas son «magia», «elegancia» y «revelación» . En 1963, la escritora y periodista Claude Sarraute escribía en «Le Monde»: «La dolorosa gravedad de su frente representa la más alta expresión del arte».
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