Mario Paoletti se jubila con un «Quijote» como despedida
Entrevista al ex director de la Fundación Ortega y Gasset-Marañón de Toledo
Mario Paoletti se jubila con un «Quijote» como despedida
Después de dirigir durante 27 años el Centro de Estudios de la Fundación Ortega y Gasset-Marañón, al que transformó en uno de los referentes culturales de Toledo, Mario Paoletti se ha acogido a los beneficios de una merecida jubilación. Profesor, poeta, ensayista y narrador, ... en estos días llega a su culmen con la presentación en Buenos Aires de «Quijote Exprés», una versión libre de la novela inmortal de Cervantes a la que dedicó cinco años de intenso trabajo y que nos deja como despedida a una larga trayectoria profesional.
Paoletti llegó a Toledo directamente desde la cárceles de Videla, en su nativa Argentina, donde debió cumplir una condena no escrita de cuatro años acusado de «delincuencia ideológica». La Fundación Ortega se apresuró a requerir sus servicios y ofrecerle la dirección de un proyecto novedoso, una universidad para extranjeros, que no tardó en asentarse y lograr el apoyo de 30 universidades de todo el mundo. En ese tiempo más de 6.000 estudiantes pasaron por sus aulas del edificio de San Juan de la Penitencia.
—Acaba de presentar en América Latina su «Quijote Exprés». ¿Cómo nació ese proyecto?
—Al Quijote lo leí completo, por primera vez, en 1977, en la cárcel. Durante dos meses se lo leí en voz alta a mi compañero de celda. El libro nos conmovió profundamente por dos razones: porque es un libro maravilloso y porque a don Quijote le pasaban las mismas cosas que nos estaban pasando a nosotros. Pero también descubrí, además, que el tiempo había depositado sobre el texto una pátina de óxido y que necesitaba a alguien que –amorosamente- le hiciera chapa y pintura para que fuese posible que volviese a estar en manos de los lectores, porque es un libro que hace ya mucho tiempo que solo lo leen especialistas y «gourmets» de la literatura. Creí que podía ser una buena idea trabajar en un «Quijote» que se pudiera leer de un tirón.
—¿Un Quijote para perezosos?
—No. En «Quijote Exprés» está todo el Quijote de Cervantes, sólo que descargado del peso que añaden los siglos. Después de 400 años, se agradece. Si de este modo conseguimos volver a poner el Quijote en manos de los lectores habituales, misión cumplida.
—Un Quijote para las nuevas generaciones…
—Cuando el Quijote salió a finales del siglo XVI fue un libro popular. El analfabetismo en España era muy alto, pero llegó a las posadas y a las ventas y allí se difundió entre la gente de campo, que se veía retratada en sus historias. (En la segunda parte del Quijote se cuenta una de esas lecturas). Fue un libro popular durante cuatro siglos. Pero hacia mediados del siglo XX el lector cambió porque el ritmo de vida también cambió. El lector de hoy es un lector de emergencia que solo tiene tiempo de leer en los agujeros que le deja el día: en los medios de transporte, antes de dormir, los fines de semana, en vacaciones. Y entonces el Quijote impone mucho respeto. Tanto, que queda como una lectura eternamente postergada…
—En los últimos años usted ha publicado una novela de anticipación y un libro de retratos en prosa poética. ¿Qué puede decirme de ellos?
—»Hotel Fénix» es una novela que quería escribir desde que tenía 25 años porque siempre me impresionó la idea del Apocalipsis. ¿Cómo se organizarían los sobrevivientes en un mundo en ruinas? Escribí la novela a partir de esta idea y dejé que los personajes, por su propio peso, fueran definiendo las circunstancias del relato.
—¿Y qué pasó?
—Como era previsible, los sobrevivientes reprodujeron su mundo anterior, porque es muy difícil inventar modelos alternativos. Es lo que pasa en el mundo actual: todos estamos disconformes con lo que hay, pero no sabemos bien con qué reemplazarlo. Y «Hetero/doxos» también tuvo un nacimiento extraño porque lo que yo quería era descubrir si los heterodoxos –que son los que cambian el mundo—seguían algún patrón definido. Elegí a unos 50 (desde Carlos V a Marilyn Monroe y de Marx a Gardel o Santo Tomás) y resultó que sí, que esta gente deja su huella en la Historia porque se atreve a caminar por donde nadie camina. Fue muy interesante porque había que sintetizar cada vida en 30 líneas. Y el resultado fue impresionante.
—Lleva muchos años viviendo en Toledo y, además, enamorado y casado con una toledana. ¿Qué representa Toledo en su vida y en su literatura?
—Toledo es el lugar donde yo pude, al fin, encontrar la serenidad suficiente para escribir. Como hubiera dicho Hemingway, Toledo fue «un lugar limpio y bien iluminado» donde al fin pude dar salida a mis fantasmas. El resultado fueron 15 libros y la satisfacción de haber creado al mayor nivel del que soy capaz.
—¿Cuáles son sus planes a partir de la jubilación?
—Quedarme a vivir en Toledo, que es una de mis patrias, disfrutar de la compañía de Pilar, escribir y pasar muchísimo tiempo mirando pasar el Tajo frente a mi puerta, pues me iré a vivir en su orilla. Pero también voy a viajar más y estar en lugares en los que quiero estar.
—¿Con qué recuerdo se queda de su paso por la Fundación Ortega?
—La universidad para extranjeros de la Fundación fue un proyecto original y muy tentador para cualquier docente. Y además, ha salido magníficamente bien.
—¿Los próximos proyectos literarios?
—Una obra de teatro sobre la última hora y media de vida del Che Guevara en Bolivia (que espero poder estrenar en el teatro Rojas de Toledo el próximo año) y una novela, que ya está en marcha, sobre un pacto con el diablo.
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