Alexander Borodín, el químico que triunfó en las salas de concierto
Fue uno de los mayores compositores de la historia, al tiempo que figuró entre los científicos rusos más respetados del siglo XIX
Pedro Gargantilla
La ciencia y las letras parecen dos microuniversos distantes, habitados por ciudadanos que poco o nada tienen en común. Sin embargo, a veces la realidad nos sorprende, ya que tenemos algunos ejemplos de cómo ambas disciplinas pueden unirse en una armonía verdaderamente deslumbrante.
El pensador ... búlgaro Elias Canetti (1905-1994) fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1981, un premio que le llegó mucho tiempo después de haber consagrado su vida a otra de sus pasiones, la química.
Por su parte, Wilhelm Ostwald (1853-1932) fue un pintor impulsivo, que a lo largo de su vida firmó más de cuatro mil obras. Una afición que no le impidió realizar importantes contribuciones en los campos de la catálisis, los equilibrios químicos y las velocidades de reacción. La Academia Sueca premió esa incansable labor en 1909 con el Premio Nobel de Química.
Tres médicos, Arthur Schnitzler, Alfred Döblin y Gottfried Benn, destacaron como novelistas, poetas líricos y dramaturgos, hasta el punto de que se les considera los iniciadores del modernismo literario alemán.
El cuarto ejemplo, el verdadero protagonista de nuestra historia, aúna como pocos la composición musical y las ciencias químicas.
De médico militar a catedrático de química
La música puede considerarse como la más abstracta de todas las artes, mientras que la química es la más concreta de las ciencias. Esto no fue ningún impedimento para que Alexander Borodín (1833-1887), el afamado compositor ruso, desempeñara un trabajo notable como químico y como médico. Para él la música era tan sólo una afición, entendía que su corazón estaba subyugado a la ciencia.
Borodín nació en San Petersburgo y era el hijo ilegítimo del príncipe georgiano Luka Gedianov y su concubina Avdotya Antonova . Para subsanar esta irregularidad a los ojos de la iglesia y de la sociedad, y tal como había sucedido en otras ocasiones, Alexander fue registrado como hijo de uno de los sirvientes del príncipe, Porfiry Borodín .
No obstante, su padre biológico nunca le perdió de vista, le permitió acceder a una cuidada educación, hasta el punto de que llegó a hablar fluidamente en inglés, francés, alemán e italiano, y disponer de un pequeño laboratorio en donde realizar sus primeros experimentos.
Cuando alcanzó la mayoría de edad, Alexander ingresó en la Facultad de Medicina de la Academia Médico-Militar de San Petersburgo, donde conocería a Nikolay Zinin (1812-1880), uno de los pioneros de la química rusa.
Sería precisamente este químico quien redirigió su carrera profesional hacia los tubos de ensayos y las pipetas, y el que propició que consiguiese la cátedra de química de la Academia Médico-Militar a la edad de treinta años.
Los estudios de Borodín le llevaron a descubrir el aldol y a profundizar en la acción del bromo sobre carboxilatos, algo que con el tiempo se conocería como la 'reacción de Borodín' y que, más adelante, sería redefinida como 'reacción de Borodín-Hunsdiecker'.
Un músico de renombre
Mientras cosechaba multitud de éxitos profesionales y se codeaba con los científicos más importantes de su época, entre los que estaban, entre otros, Dimitri Mendeleyev , el creador de la Tabla Periódica de los elementos, tuvo tiempo para desarrollar su otra gran pasión, la musical.
Borodín se relacionó con músicos de la altura de Nicolai Rimsky-Korsakov , Modesto Mussorgsky o Franz Listz , quien ejecutó algunas de sus sinfonías en Alemania, siendo las primeras obras rusas escuchadas fuera de su país de origen.
De todas sus composiciones, la obra a la que más tiempo dedicó fue, sin duda, a su única ópera, 'Príncipe de Igor', basada en una epopeya rusa del siglo XII. Sabemos que comenzó a trabajar en ella en 1869 y que estaba inconclusa a su muerte, teniendo que ser acabada por Rimsky-Korsakov y Glazunov , siguiendo los escritos del autor. El fragmento más conocido de esta ópera son las 'Danzas Polovstsianas', una verdadera delicia para el alma.
Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.
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