Nadal, el mejor tenista del mundo

ENRIQUE YUNTA

Esta vez no hay épica ni puños cerrados, ni siquiera un «¡Vamos, Rafa!» para despertar. Tampoco hay puntos imposibles ni carreras hasta el infinito, todo es mucho más sencillo de lo esperado. Rafa Nadal vuelve a ser el rey del tenis, el número uno del ... mundo con todo lo que ello conlleva, y lo consigue casi sin querer, elevado hasta el cielo por la lesión de Tomas Berdych durante el primer set de la semifinal en Pekín. Nadal, que decía que no se obsesionaba con la cima, que decía que no buscaba el techo a las bravas, se encontró con que el número uno fue a él, como si estuvieran condenados a cruzarse. Mañana, cuando se actualice la lista, su nombre estará por encima del resto. Es el tiempo de Nadal.

Sucedió en Pekín, otra historia que contar a los pies de la Gran Muralla. A Nadal le une cierta mística especial con la capital china y, aunque la de ahora no tenga la misma belleza que la de 2008 por las formas, es casi o tan importante como aquella. Básicamente porque es el regreso de un guerrero que hace un año estaba trabajando en la sombra en su casa, horas de gimnasio para superar una rotura parcial del tendón rotuliano de la rodilla izquierda que le tuvo más de siete meses sin raqueta. Puede que este triunfo, que es más simbólico que otra cosa porque no hay trofeo, sea lo más difícil en la espectacular carrera de Nadal ya que nadie se podía imaginar semejante ascenso desde la adversidad. De las dudas de Viña del Mar en febrero hasta su final en Pekín, Nadal ha completado el mejor año de su vida.

Es el número uno y lo puede ser durante una larga temporada ya que no tiene nada que defender hasta pasado Australia del próximo curso. Es el número uno porque en 2013 lleva diez títulos en trece torneos y aspira a uno más hoy. Es el número uno porque lleva 65 victorias (26 consecutivas en cemento) por sólo tres derrotas. Es el número uno por una cosa tan simple como que es el mejor. Y nadie lo puede discutir en el presente.

A los 37 minutos, cuando Berdych se acercó a la red, Nadal ya sabía que recuperaba la corona. No era de la mejor forma, desagradable para él alzarse así como el nuevo maillot amarillo del tenis. Su rival tenía un problema en la espalda y ni siquiera el tiempo médico que se tomó en el vestuario le alivió, era imposible continuar. Nadal ganaba 4-2 y restaba con 15-40, pero hay muy poco que desgranar de esos juegos porque el partido era bastante irregular desde el principio, en donde ambos empezaron rompiendo el saque del rival. Recuperada la normalidad, y con Nadal algo más entonado que en su duelo de cuartos contra Fabio Fognini, llegó la lesión de Berdych en una carrera hacia la red. Supo que se había acabado, que no podría seguir.

Remontada de 7.580 puntos

Nadal echa la vista atrás y se ve sufriendo en Chile, con serios problemas para andar sin evidenciar su cojera. Volvió como quinto del mundo, condenado a subir la montaña más exigente del planeta y con 7.580 puntos de desventaja sobre Novak Djokovic. En Sao Paulo volvió a morder y luego lo ha hecho nueve tardes más, siempre con una autoridad y un amor propio encomiable. Si a Nadal se le admira en el circuito es precisamente por ese ansia de seguir mejorando, ese afán de llegar cada día un poco más lejos. Ya no es ganar cada domingo, son las formas y cómo se ha superado después de todo.

En su temporada no hay manchas más allá de la primera ronda de Wimbledon contra Steve Darcis, el único torneo al que no ha llegado a la pelea por el título. En los otros catorce, y aquí se incluye Pekín, Nadal siempre ha estado en la final, sólo derrotado en Viña del Mar (Horacio Zeballos) y en Montecarlo (Novak Djokovic). El ranking le lleva a su sitio natural.

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