Dormitorio de indigentes bajo viviendas de un millón de euros

A tan solo unos metros del suelo de esta pobreza habitan los inquilinos de unas viviendas que están al alcance de pocos bolsillos. Nada menos que 850.000 euros solicitan por un piso de 210 metros cuadrados que se vende en Isaac Peral, 42. «Con cuatro dormitorios, dos baños, plaza de garaje, trastero y piscina en la azotea. Es buena zona», manifiestan desde la agencia inmobiliaria omitiendo o desconociendo la otra realidad paralela.

«Lo dejan todo hecho una guarrería e impiden el paso a los vecinos. Estamos hartos. Hemos llamado a la Policía, pero no pueden hacer nada, o eso dicen», manifiesta uno de los porteros del bloque de viviendas afectado por este asentamiento.

La estancia de estos individuos en el lugar abarca desde las 21.30 de la noche hasta las 6.30 de la mañana , cuando llegan los porteros de las fincas. «¡Hasta hemos tenido que levantarlos algún día echándoles agua con la manguera!», exclama uno de ellos. Y mientras lo narra, baja un residente y le inquiere: «¿De verdad que no podemos hacer nada con esta situación?. Es que no puedo pasar con los niños. Por las noches da miedo». El portero le responde: «Díselo de nuevo el presidente y al administrador. Ya se han enviado quejas a la Junta del Distrito».

En el último mes han llegado a este diario varios correos de vecinos al buzón de tumadrid@abc.es que se quejan de esta situación que se vive enfrente de la reconocida Fundación Jiménez Díaz. Es junto al local donde se ubicaban sus laboratorios, ahora en obras, donde duermen estos indigentes. Estos inmigrantes cumplen cada día con una escrupulosa rutina para acampar:

En torno a las nueve de la noche , después de mendigar por diversas zonas de Madrid , algunos incluso en los semáforos de la plaza, se reúnen junto al establecimiento de Isaac Peral, 42. Se sientan. Algunos comen. Otros conversan. Cuando hay más o menos una decena, cruzan la calle para sacar de un descampado vallado que pertenece a la Universidad Complutense sus enseres: colchones y mantas para pernoctar. «Hace un año había muchas chabolas en esos terrrenos, pero la Universidad lo cerró y los echó. Antes de eso se colocaban entre los hospitales. También les dieron largas. Ahora nos toca aguantarlos a nosotros», explica uno de los porteros de los bloques afectados.

En torno a las diez de la noche , todos se han acoplado en la callejuela de los soportales, en una zona oscura donde no pueden pasar desapercibidos debido la cantidad de vecinos a los que perjudican. «El retrete de estas personas son los setos que rodean la zona ajardinada que hay en la plaza. No se imaginan cada día lo bien que huele», manifiesta una residente. «Lo dejan todo sucio y un olor insoportable a pis. No entiendo que el concejal no haga nada al respecto», reprocha otro.