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Mendicidad agresiva en el Parque de las Avenidas
Unos 50 gitanos del este de Europa han tomado el barrio del Parque de las Avenidas. Allí duermen, roban y piden dinero
t. g. rivas/ g. d. olmo
Desde hace un año , los vecinos del barrio del Parque de las Avenidas cuentan con unos «indeseados» nuevos vecinos. Se trata de una colonia de rumanos y búlgaros de etnia gitana que vive, duerme y trabaja mendigando en la zona. Si hace ... un año había una decena, ahora hay 50.
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Los residentes se muestran preocupados por el incremento de individuos, la i ns eguridad y la mala imagen que esta situación genera. Algunos de los hosteleros denuncian que entran en sus locales para robar a los clientes que se descuidan . Incluso utilizan artimañas para incrementar su jornal: «Echan alguna moneda en la máquina del tabaco y reclaman que no les devuelve el dinero. Es mentira, claro. También piden consumiciones y luego dicen que no tienen para pagarlo», especifica un camarero.
Un líder les organiza
Se ubican en lugares estratégicos para pedir limosna : semáforos, bancos, boca de Metro, supermercados, terrazas, la parroquia del barrio... Los que los conocen saben que hay un «cabecilla» que les distribuye, el mismo que al final del día les exige que vayan a algunas tiendas a cambiar las monedas por billetes. Perfumerías y supermercados son los que diariamente les dan algo de cambio.
Miguel, encargado de una droguería, informa de que siempre les llevan más de 100 euros al día en monedas , «en una bolsa», para que se lo cambien. «No nos roban, pero estamos alerta. Estamos en contacto con otra perfumería por si hay problemas con ellos», señala.
Viven en los puentes
Vecinos y empresarios coinciden en que estos pedigüeños a veces son violentos y otras veces acosan a los transeúntes y clientes. Buena cuenta de ello dan los conductores que pasan por el puente de la avenida de Badajoz cada día. La jornada laboral de los limpiacristales agresivos comienza alrededor de las diez de la mañana. Es entonces cuando se ve aparecer a dos mujeres, jóvenes pero avejentadas, y un hombre por este puente que atraviesa la M-30. Llevan un cubo y unos cepillos, el utillaje con el que sacan de quicio a esa gran mayoría de automovilistas que declina sus servicios.
El hombre deja a las mujeres en el semáforo del cruce de Brasilia con Badajoz y vuelve sobre sus pasos hacia el otro lado de la M-30, la de la parte que da al tanatorio. Con cabruna habilidad se desplaza por el terraplén en el que se hunde la autovía hasta colarse debajo del puente . Allí se amontonan los enseres del grupo. En este escondrijo accede solo a contar que es de Bulgaria y no duda en mostrarse agresivo ante la insistencia de las preguntas.
La clave: no darles dinero
Otros pordioseros de esta colonia viven en una isleta de la M-30, donde finaliza la avenida de Brasilia. Cada día cruzan en repetidas ocasiones una curva donde los coches se incorporan a gran velocidad a la M-30, provenientes de Avenida de América. Entre los matorrales acumulan sus pertenencias .
Su día a día siempre repite la misma secuencia. De sus escondites se distribuyen por todo el barrio. «La clave está en que la gente no les dé dinero», sostiene Álvaro, un vecino que vive junto al parque. Solo así, considera, podrán ver cómo estos individuos se marchan. Una solución ante la dejación de las autoridades.
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