El adiós de una atleta de altura

Y es que el buen humor es una constante en la saltadora, que ayer se proclamó campeona de España de nuevo (1,96), en el mismo escenario en el que, en 1998, batiera por primera vez el récord nacional al saltar 1,89. Desde entonces, Ruth Beitia (1,92 de altura) solo ha tenido un rival: ella misma. En 2007, en San Sebastián, aumentó a dos metros y dos centímetros la medida a superar, el mejor salto de su vida. Rebasar ese límite era el objetivo de una atleta que llegó a la capital navarra cargada de adrenalina tras proclamarse campeona de Europa en Helsinki y de l ograr diploma olímpico en Londres.

El sueño europeo al aire libre era la «asignatura pendiente» de la saltadora española más laureada de la historia. Llegó a Finlandia con la mejor marca de todas las participantes y con un único pensamiento: «ahora o nunca». Su fe y el 1,97 limpio con el que sobrepasó el listón la llevaron a lo más alto del podio y a capitanear la expedición de atletismo española en los Juegos de Londres.

Ruth Beitia irrumpió pletórica en la final olímpica, sin hacer ningún salto nulo en las clasificaciones y superando la barrera de los dos metros al primer intento. La medalla estuvo muy cerca, a solo un centímetro del mejor salto de la historia de la cántabra , el oro y la plata valieron 2,03. «La medalla de chocolate es la que más duele», reconoce la deportista, «pero mejor un cuarto puesto que un quinto, claro». El diploma fue un consuelo agridulce para la atleta que mejor resultado obtuvo en la capital inglesa.

En Pamplona alcanzó su octavo título nacional, que fue el decimonoveno en total, pues tiene otros once en pista cubierta. Además, en su palmarés figuran siete medallas internacionales. La saltadora reconoce que costará tiempo que salga una generación tan fructífera como a la que estábamos acostumbrados hace unos años, pero que confía en el trabajo de la Federación para motivar a los deportistas. Cita a Ana Peleteiro (triple salto) y a Eusebio Cáceres (longitud) como líderes de la hornada de atletas a la que deja paso.

Beitia presume de implicarse al cien por cien en su trabajo, tanto en el Parlamento cántabro, donde por las mañana trabaja como diputada regional (PP), como en los entrenamientos que lleva a cabo por las tardes. Tras la despedida en Pamplona, seguirá comprometida con su club, el Piélagos Inelecma, al que intentará ayudar a mantenerse en División de Honor participando en triple salto y en longitud. La atleta, que admite que no se había planteado cómo sería su retirada hasta este año, sí tiene esbozado cómo será su nueva vida. Roma será el destino de sus vacaciones, que compartirá junto a su madre y su hermana. «Y después bicicleta y esquí», algo de lo que tiene muchas ganas, asegura.

En tierra se quedará Ramón Torralbo, su entrenador, con el que ha recorrido las pistas de todo el mundo desde que era niña. «No podría elegir un campeonato. Mi mejor recuerdo es todo el camino que he recorrido junto a Ramón. De todo se aprende». Tras su última victoria, la de Helsinki, tuvo unas palabras para el hombre que le ha enseñado todo y que no pudo estar presente: «La hemos conseguido, Ramón». Ayer no faltó nadie en Pamplona para despedir a esta atleta que cedió su verticalidad por unas milésimas de segundo para no sentir «nada». Para no sentir nada por última vez.