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ENTRE BRUMAS

El sepulcro de Sir John Moore

Sir John no está solo en su lugar de eterno descanso, pues allí se encuentra enterrada Diana, la joven esposa del cónsul Bartlett

JUAN GRANADOS

ES sabido que presidiendo el coruñés jardín de San Carlos, se encuentra el sepulcro del general inglés Sir John Moore, muerto en aquel Dunkerke avant la lettre que fue la batalla de La Coruña. Sin embargo, el sereno monumento que hoy contemplamos no fue su primer lugar de descanso.

Mortalmente herido por una bala de cañón, Sir John Moore había fallecido hacia las diez de la noche del día 16 de enero de 1809 en la casa de Genaro Fontenla, situada en los cantones coruñeses. Fue trasladado de madrugada a su lugar de enterramiento por ocho de sus Higlanders, que le dieron tierra envolviendo su cuerpo en un simple capote militar, cubriéndolo luego con la bandera británica. Los oficiales utilizaron sus fajines para descender al general a su lugar de reposo, que compartiría, según su propio deseo, con el general de brigada Anstruther, que había muerto dos días antes a causa de las fatigas de la larga retirada invernal del ejército británico desde Astorga a La Coruña. Todo se hizo rápidamente y en secreto por la urgencia de la evacuación por mar a Inglaterra y para evitar las temidas profanaciones.

Desde la curiosa obra de Juan Pedro Vicenti, El sepulcro de Moore (1857), sabemos que la primera sepultura de Sir John Moore se practicó a los pies de la Fortaleza Vieja, Baluarte de San Carlos o Batería de Salvas, esto es, en la misma base del actual emplazamiento de su sepulcro en el Jardín homónimo, entonces parte integrante de las defensas de la Ciudad Alta coruñesa.

Por deseo del marqués de La Romana, las cenizas del General fueron trasladadas ya en el mismo año de su muerte, tras la partida de los franceses, al lugar que hoy ocupan, siendo depositadas en un sobrio monumento, inicialmente un simple zócalo, que en 1824 tomó una forma más compleja, transformándose en un sepulcro de corte aún neoclásico o estilo Imperio, como se prefiera, por iniciativa del cónsul británico Richard Bartlett.

Más tarde, en 1839, el gobernador militar de la plaza, Francisco de Mazarredo, embelleció el conjunto arreglando el sobrio catafalco del General y creando el pequeño pero extraordinario jardín que lo acoge. Sabido es que este elegante y sencillo monumento está orlado por diferentes cartelas y lápidas que identifican al héroe escocés. Pero, mucho más curioso que todo esto, resulta saber que Sir John no está solo en su lugar de eterno descanso, pues en ese mismo lienzo interno del sepulcro, se puede apreciar una inscripción en inglés y español, que señala que allí se encuentra enterrada Diana, la joven esposa del cónsul Bartlett.

Lo que significa que, al menos, una persona acompaña a nuestro General en su reposo. No sería tampoco extraño suponer, teniendo esto en cuenta, que al ser esta tumba considerada territorio británico, sus cónsules la eligieran a modo de panteón para ciudadanos de aquella nacionalidad, algo que ya apuntó en su día Tettamancy. Sólo una investigación formal del monumento, con criterios arqueológicos, podría aclarar este punto.

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