El caballo, ahora sin antorcha
El vandalismo ha mutilado a la famosa estatua del campus de la Complutense. Ocurrió la noche del pasado viernes tras un macrobotellón al que asistieron dos mil personas. La escultura llevaba limpia solo 48 horas

El símbolo de la Universidad Complutense, «Los portadores de la antorcha», se ha quedado sin ella, sin la antorcha. Poco le ha durado la alegría al famoso caballo del campus de Moncloa, justo en la plaza de Ramón y Cajal, donde confluyen las facultades de Medicina, Farmacia y Odontología. Un macrobotellón en la noche del viernes al sábado al que asistieron dos mil jóvenes y el vandalismo posterior han mutilado a la famosa escultura.
A principios de esta semana, varios reportajes de ABC dejaban constancia de la degradación, suciedad y abandono de los dos campus de esta Universidad, el de Moncloa y el de Somosaguas. El conjunto escultórico «Los Portadores de la antorcha» aparecía lleno de pintadas. Así llevaba más de dos años sin que el Rectorado, dirigido por Carlos Berzosa, hiciera nada por evitarlo. Nada hasta que tras las denuncias de este periódico, la imagen resurgiera de sus cenizas —en este caso, de sus pintadas— y amaneciera el pasado jueves limpia y reluciente como una patena por orden expresa de las autoridades académicas de la Complutense.
El caballo brillaba. Daba gusto volver a verlo tan pulcro. Estudiantes y profesores volvían a presumir de su emblema. El grupo escultórico representa a un gigante moribundo que entrega, antes de perecer, la antorcha el símbolo del conocimiento y la sabiduría a otro gigante joven que, a lomos de un caballo, la recoge para continuar la carrera del saber. Así ha sido de generación en generación.
La dicha ha sido cortísima. Las temperaturas nocturnas son más suaves y han finalizado los exámenes, ingredientes básicos para un botellón al aire libre junto al caballo, donde no se molesta a ningún vecino. El caldo de cultivo estaba servido. Vigilancia policial o privada, nula.
Así ha sido. La noche del viernes al sábado cientos de jóvenes se fueron dando cita en la Ciudad Universitaria. El punto de encuentro por excelencia era la plaza de Ramón y Cajal, despejada, en ese momento, de basura y desperdicios. Los jóvenes salían a borbotones de la boca del Metro y llegaban en grandes grupos a pie. Cargados de botellas de plástico con refrescos, litronas y bebidas alcohólicas iban tomando posiciones. Este macrobotellón llegó a reunir a unos dos mil jóvenes. Varios vendedores ambulantes intentaban «colar» a los muchachos diademitas y brazaletes fluorescentes. A las doce y media de la noche, un grupo de chavales se había saltado ya la cinta protectora puesta por la Universidad y estaban bebiendo y ensuciando la base de granito del grupo escultórico.
Vientos y tempestades
Según ha podido saber este periódico, otro grupo de jóvenes celebraba un cumpleaños. Con alguna copa de más se encaramaron a la escultura y le pusieron varios adornos a modo de bufanda. Después la emprendieron con la antorcha. Al parecer, este objeto no ha desaparecido. Las autoridades académicas se han podido hacer con él y tratan de restaurarlo.
En principio, algunos de los protagonistas del macrobotellón del viernes iban a respetar al famoso caballo. No fue así. Hoy, la escultura no está entera. «¡Y ya veremos lo que dura limpia!», se quejaba ayer un profesor que paseaba por el campus y que no daba crédito a lo sucedido. «Es cierto que ha sido un acto de vandalismo, pero es que quien siembra vientos recoge tempestades», añadía en referencia al clima de falta de respeto, en general, que se vive en el campus.
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