La Policía investiga a radicales que se infiltran en protestas como fotógrafos

Los investigadores vienen observando estas prácticas al menos desde el pasado verano. El punto de inflexión fue la primera convocatoria de Ocupa el Congreso, el pasado 25 de septiembre. La violencia de estos grupos se ha recrudecido desde entonces y ahora siguen el patrón de disturbios «a la italiana y la griega».

Hay supuestos informadores que vienen repitiendo presencia y agresividad en las últimas convocatorias que han acabado con enfrentamientos con la Policía: la del 25-S, la del 23-F, y los acosos ante los domicilios de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y del presidente del Congreso de los Diputados, Jesús Posada.

ABC, además, se ha puesto en contacto con diversos fotógrafos de medios relevantes que han apoyado estos extremos: «En ocasiones, portan acreditaciones falsas, que son puro papel, o incluso falsifican los chalecos homologados por la Federación de Asociaciones de la Prensa y reconocidos por la Policía Nacional».

Es más, los propios redactores gráficos reales les han reprochado su actitud violenta y provocadora contra los agentes, lo que ha provocado más de un enfrentamiento verbal entre ambas partes.

Tanto es así, que hay un fotógrafo que está amenazado por estos radicales. Se escudan en que, según los violentos, pertenecen a «medios independientes y que no están plegados al sistema político actual».

Se calcula que en estas coberturas informativas participan alrededor de media docena de fotógrafos «pirata», además de, al menos, dos cámaras de televisión y algún redactor. En una convocatoria reciente, una «periodista» llegó a preguntar a un mando policial, grabadora en mano: «¿Seguís torturando en los calabozos?».

En las manifestaciones mantienen una actitud ambivalente. Delante de los policías, suelen comportarse como periodistas que hacen su trabajo (aunque los verdaderos saben que no lo son), pero cuando se dan la vuelta no dudan en calentar a los demás e incluso pegar adhesivos en los furgones policiales. Luego, si la Policía los detiene, exclaman, para evitarlo: «¡Que soy periodista!».