Rajoy da a España la esperanza que Rubalcaba le quita
El Debate sobre el estado de la Nación puso a cada cual en su sitio; y lo ganó Rajoy porque logró representar la confianza prudente por el futuro de España
Mariano Rajoy se impuso definitivamente a Alfredo Pérez Rubalcaba cuando reprochó su demagogia después de recordarle todas las declaraciones que hizo como vicepresidente de Zapatero, aquellas con las que no paraba de anunciar la recuperación de la economía. No hay para los socialistas nada políticamente ... más letal que la hemeroteca, y Rajoy supo manejarla a conciencia, enfrentando al PSOE con aquellas decisiones que recortaron pensiones, suprimieron ayudas a las embarazadas y redujeron salarios públicos. Peor aún fue el recordatorio de los más de tres millones de trabajadores que engrosaron las listas del paro en la segunda legislatura de Zapatero, o los 70.000 millones que dejaron de ingresar las arcas públicas por la caída de la actividad económica. O cómo estaban la prima de riesgo, el déficit o las exportaciones en una España, la que dejaron los socialistas, condenada a la recesión y al rescate europeo. La diferencia de estos parámetros con los de la actualidad es abismal. Hoy ya nadie habla de esos riesgos gracias al impulso reformista del Ejecutivo popular.
Pese a las acusaciones de autocomplacencia, el discurso del líder del PP no dejó de atenerse al «pero todo eso no basta», con continuas referencias a que no ha lugar a la satisfacción hasta que el paro se lime sustantivamente. Por eso los anuncios hechos ayer por Rajoy (tarifa plana en las cotizaciones a quien cree empleo estable y las grandes líneas de la inminente reforma fiscal, que beneficiará a 12 millones de contribuyentes) suponen la constatación de que el Gobierno ha entendido la necesidad de recompensar el esfuerzo y los sacrificios que han hecho los españoles para sacar al país del atolladero.
A la mejora en las cifras se está llegando, por ahora, solo en el cuadro macroeconómico y como consecuencia de medidas de ajuste muy duras, pero inevitables. Estas, lamentablemente, fueron el principal y casi único nutriente de la demagogia del líder socialista, quien hizo un discurso «apocalíptico» e incomprensible a la vista de cómo evoluciona la realidad. Aquel que pedía optimismo en medio de la ruina ahora proclama el pesimismo cuando se vislumbra la salida.
Tampoco renunció Rajoy a replicar contra los ataques del PSOE por los recortes de derechos y libertades, y por eso defendió la ley de Seguridad Ciudadana y también la actuación del Gobierno en Ceuta y Melilla. El presidente del Gobierno supo ganar este punto frente a Rubalcaba recordando que el PP nunca criticó a los gobiernos socialistas por los incidentes en las fronteras con Marruecos durante los mandatos del PSOE. También la hemeroteca tumba el argumento de los socialistas, y los deja a solas con su incongruencia por las críticas a la Guardia Civil y a las «concertinas» de las alambradas, puestas por los gobiernos del PSOE.
En el cruce de réplicas y dúplicas, Rajoy y Rubalcaba se lanzaron a un cuerpo a cuerpo de alta intensidad parlamentaria. Por eso, la ocasión perdida para Rubalcaba se hace así más grave ante las expectativas electorales y su posición interna. Sus intervenciones fueron soflamas de mitin, como dirigidas a ganar en las primarias de su partido, pero no fueron propuestas de un líder con voluntad de construir una alternativa. Los argumentos de Rubalcaba sobre la intención del Gobierno de recluir a las mujeres en las casas para cuidar de los hijos resultaron, sencillamente, de vergüenza ajena. Las invectivas contra la derecha llegaron a límites predemocráticos. Rajoy apuntilló al líder socialista cuando le espetó «yo no puedo mentir por usted, porque no puedo competir con usted en eso».
Rajoy pudo comprobar que su Gobierno tendrá que hacer un mayor esfuerzo de acción política ante la opinión pública, como está haciendo ahora con Cataluña. La economía es la prioridad para todos los ciudadanos, pero no es el único factor de valoración sobre la gestión del Ejecutivo. La insistencia socialista en golpear al Gobierno en educación, sanidad, igualdad, aborto, mujeres y jóvenes puede tener la callada por respuesta en determinadas circunstancias y en determinados momentos, pero en otros será contraproducente, porque los ciudadanos, sean o no votantes del PP, querrán claridad sobre el proyecto de este partido para España más allá de la gestión económica del país. El Debate sobre el estado de la Nación puso a cada cual en su sitio; y lo ganó Rajoy porque logró representar la confianza prudente por el futuro de España.
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