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EL ÁNGULO OSCURO

Espíritu olímpico

A mí las candidaturas olímpicas españolas me recuerdan aquel motivo sangrante de la picaresca clásica

Juan Manuel de Prada

A mí las candidaturas olímpicas españolas me recuerdan aquel motivo sangrante de la picaresca clásica

Y el caso es que las Olimpiadas tienen su gracia. Mientras se celebran, diríase que la gente hubiese padecido una regresión colectiva a la infancia; y así, ocurren cosas la ... mar de divertidas. Encendidos por un patriotismo como de humorada de Swift, los periódicos conceden sus portadas a un tal García, que acaba de ganar una medalla en esgrima o tiro con arco; y durante unos días, el tal García, que había sobrevivido hasta entonces en el más espeso de los anonimatos, alimentándose con bocadillos de sardinas, es encumbrado a la categoría de héroe nacional, antes de regresar otra vez al olvido (y a los bocadillos de sardinas). Todo este estado de euforia liliputiense que provoca la celebración de unas Olimpiadas no negaremos que tiene su encanto, siempre que no salpique demasiado. Por eso yo soy un firme partidario de que las Olimpiadas se celebren cuanto más lejos mejor, a ser posible en alguna región antípoda del planeta, para que las transmisiones televisivas me pillen todas durmiendo.

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