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Vértices de magia

POR M. MOREIRAVALENCIA. Como consecuencia lógica de sus múltiples enraizamientos culturales, la orografía española está salpicada de lugares mágicos, míticos, con un aura de poder. El ser humano

POR M. MOREIRA

VALENCIA. Como consecuencia lógica de sus múltiples enraizamientos culturales, la orografía española está salpicada de lugares mágicos, míticos, con un aura de poder. El ser humano, atraído por todo lo que de enigmático y fuera de la cotidianidad depara el mundo, ha alimentado numerosas leyendas y supercherías, que en muchos casos han llegado hasta nuestro tiempo en la forma de tradiciones y fiestas paganas o religiosas.

La Comunidad ha sido cuna históricamente de numerosos puntos mágicos. Lugares en los que se han producido apariciones marianas, curaciones milagrosas, posesiones demoníacas o incluso avistamiento de ovnis. Uno de los mayores expertos en la materia, Álvaro Monferrer, ha llegado a listar más de 130 iglesias, ermitas, monasterios, montañas sagradas y fuentes con sobrecogedoras historias telúricas a sus espaldas. En algunos casos, como El Muisacre (montaña situada al sur de Morella rodeada por seis ermitas, antiguamente llamado «Mons Sacer»), completamente desconocidas incluso para los historiadores.

Los endemoniados de la Balma

Sobre todos ellos destaca el que quizás es el mito mítico-religioso más renombrado fuera de las fronteras de la Comunidad Valenciana: el santuario de la Balma. Ya desde tiempos antiguos, con la cultura íbera, el particular emplazamiento geológico de la montaña de La Tossa, a cuyos pies el río Bergantes vuelca en el Ebro, esta zona de Zorita, en la comarca de Els Ports de Morella, era considerada un lugar mágico.

La leyenda del hallazgo de la Virgen llegó en tiempos de la Edad Media, concretamente en 1332. La Virgen se apareció a un pastor manco, a quien le indicó el lugar donde encontrar una antigua imagen escondida entre las breñas. El pastor recupera la movilidad del brazo, acude al pueblo a dar la buena nueva y trasladan la imagen a la iglesia parroquial, de donde desapareció en dos ocasiones para reaparecer de nuevo entre las rocas. Esta es la justificación para la construcción de un santuario empotrado en la piedra, que desde entonces es lugar de peregrinación.

El componente maldito y las leyendas sobre endemoniados (se dice que al visitante le embarga una sensación de malestar general cuando entra al santuario), data también de antiguo, aunque alcanza su apogeo entre los siglos XIV y XIX, hasta convertirse casi en un negocio de exorcismos. La fama del santuario de la Balma se llegó a extender por toda la Comunidad Valenciana, Castilla, Bajo Aragón y Cataluña.

La desamortización de 1873 afecta al santuario, momento a partir del cual las brujas de Caspe (llamadas por ello caspolinas) se apoderan del recinto en las tres noches anteriores a la fiesta de peregrinación, en torno al 8 de septiembre. Los presuntos endemoniados, histéricas sobre todo, acuden en tropel, y las limosnas eran cuantiosas. Miles de personas, llevados por la desesperación, buscaban la curación de enfermedades y de comportamientos anómalos en los conjuros y las pócimas de estas brujas. Comúnmente asociado a la España más profunda y oscura, se dice que en la Balma llegaron a celebrarse rituales macabros e incluso orgías sexuales mezcladas con exorcismos. En cualquier caso, los exorcismos continuaron hasta la Segunda República derivando en un auto sacramental, en el que se escenifica la lucha entre el demonio y el ángel.

Otro tipo de puntos mágicos son los vinculados a la presencia de los templarios en Valencia, ya que esta orden ayudó al rey Jaime I en las conquistas de Mallorca y el Reino de Valencia. Su huella pervive todavía en lugares como la iglesia de Castielfabib, levantada por el Temple, la fortaleza de Peñíscola o San Juan del Hospital. En apenas un siglo, los templarios amasaron grandes riquezas. Suficientes para levantar las envidias de los monarcas. Cuando Felipe el Hermoso inició la persecución de los caballeros, los bienes de la orden quedaron en poder de Jaime II, para pasar posteriormente a la Orden de Santa María de Montesa, la primera genuinamente valenciana, según el historiador Mateu Rodrigo Lizondo, y que hoy pervive en la Comunidad como institución de carácter nobiliario. El Maestrat era el centro neurálgico de los templarios, aunque sus redes se extendían por Moncada, Silla o Sueca. Su mayor obra fue la fortaleza de Peñíscola, de la que se dice que fue erigida a imagen y semejanza de los castillos de Siria.

Otra orden cristiana, la de los caballeros hospitalarios o de San Juan de Jerusalén, también llegó hasta el Reino de Valencia. Su mayor legado es la iglesia de San Juan del Hospital, en cuyas claraboyas y ventanas pueden apreciarse las cruces blancas de ocho puntas típicas de sus miembros.

En la actualidad, la mayoría de estos lugares sagrados se han convertido en centros de peregrinación turística para grupos excursionistas atraídos por las misteriosas historias que les dieron fama. Una de las rutas más habituales es la del monasterio del Puig, donde una cruz de madera señala el núcleo de los anillos de magia de estos parajes de la provincia de Valencia. El recorrido incluye visitas a la cartuja de Porta Coeli en Náquera, el convento del Santo Espíritu de Gilet o a la Cova Santa de Altura, junto a Segorbe. Estos lugares sagrados están conectados por una línea que recorre toda la sierra Calderona ascendiendo por Jérica hasta el interior, Teruel, donde conecta con otros muchos anillos telúricos. Los expertos en la materia aseguran que la carga energética de estas localizaciones se siente de forma evidente por el visitante.

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