La crueldad del falso monje shaolín no se justifica por un tumor cerebral
Los neurólogos coinciden en señalar que un daño cerebral puede cambiar la conducta de una persona, pero no convertirla en un asesino
mónica arrizabalaga
¿Puede un tumor cerebral transformar a una persona en un asesino? «No, no es posible», «no lo justifica», «nunca por sí mismo», contestan expertos en Neurología cuando se les pregunta si es posible explicar el sadismo del falso monje shaolín Juan Carlos Aguilar ... por el tumor cerebral que padece desde hace al menos dos años y que se estaría tratando en un centro navarro, según fuentes de la Ertzaintza.
Desde la Clínica Universitaria de Navarra, que niega haber tratado al profesor de artes marciales, el especialista en Neurooncología Jaime Gallego explica que en el caso de que fuera un tumor maligno y estuviera localizado en el área frontal del cerebro podría provocar un cambio de conducta en la persona, pero «bajo ningún concepto justificaría que perdiera el juicio». Es más frecuente que esos pacientes «sean incapaces de tomar decisiones » y su trastorno se refleje bien en apatía, indiferencia y falta de espontaneidad, o en el extremo contrario de inquietud y actividad constante. «Si hubiera perdido la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, sería incapaz de planificar cualquier tarea simple como asearse o vestirse, sería absolutamente dependiente», añade.
La lesión cerebral se habría manifestado con otros síntomas, como un intenso dolor de cabeza, fallos de memoria, desorientación o alteración del control de la orina. Es posible sorprendiera por su desinhibición y tuviera comportamientos inadecuados socialmente o se mostrara más irritable, pero siempre de forma espontánea , según indica el neurooncólogo.
«Estos pacientes pueden tener conductas mucho más agresivas, una impulsividad en un momento determinado a pegarse con gente o, incluso, a cometer un delito, pero nunca un tumor cerebral les conduce a delinquir dos veces consecutivas y, menos aún, a tener una organización en el sentido de matar a alguien y ocultar su cadáver», asegura el neurólogo del Hospital USP San Camilo de Madrid, Antonio Yusta.
Tampoco le encaja esa planificación a Javier Pardo, jefe de Neurología del Hospital Rey Juan Carlos y vocal del grupo de Neurooncología de la Sociedad Española de Neurología . «En medicina nunca puedes decir nunca, pero no veo posible que un tumor pueda derivar en una conducta asesina», señala el especialista que ha tratado muchos tumores «y nunca he visto algo así, no una conducta premeditada». Un tumor en el lóbulo frontal o temporal «puede ocasionar un trastorno del comportamiento (irritabilidad, alucinaciones...), pero no una conducta criminal organizada y repetida como la de un asesino en serie».
Personalidad anómala
Todos coinciden en señalar que para llegar a ese extremo, el paciente presentaría ya un cuadro psicopatológico. El tumor «sería un ingrediente más en un cóctel explosivo», afirma Pardo. Así lo considera el psiquiatra especialista en Medicina Legal José Cabrera, que subraya que son «rarísimas» las conductas agresivas derivadas de un tumor. «Solo el 0,1%», apunta. Las características biológicas del cerebro constituyen uno de los tres componentes que explican una conducta criminal. La personalidad previa del sujeto y el componente educativo completan el análisis. « En el caso del shaolín , se aprecia una personalidad cargada de rasgos anómalos como una pulsión hacia las armas, a la lucha y a lo esotérico», considera el psiquiatra. Habría que analizar también el entorno familiar en el que se ha formado. El propio Aguilar recordaba en su página web haberse criado «a base de golpes, frialdad y presión psicológica extrema» por su hermano, fallecido en 1991.
Su caso, asegura Cabrera , es muy distinto al de Charles Whitman, el asesino de la torre de Texas de 1966 al que se le halló un tumor cerebral en la autopsia. La personalidad «complicada» de Aguilar, unida al ejercicio de las artes marciales y a vivir rodeado de armas, junto a la presencia del tumor «habría desembocado en una bomba explosiva», señala el psiquiatra, que aprecia en él una frustración por padecer la enfermedad ya que chocaba con el afán de autoperfección que perseguía.
Vicente Garrido señalaba ayer en un chat en ABC.es «la importancia de un cierto espíritu místico al servicio de un ego inflado con delirios de grandeza , y todo ello como catalizador de un sadismo que estalla de modo brutal tras estar largo tiempo contenido». El criminólogo destacaba además el «reconocimiento y la integración a la que aspiraba el supuesto monje» y añadía que «el atacar a mujeres nos ilustra sobre el fuerte componente sexual de los crímenes ».
La patología del falso monje shaolín coincide con la de un asesino en serie «desorganizado», que suele dejar bastantes huellas y se rige más por los impulsos, sin una motivación detrás, a juicio del profesor de Criminología Juan José Garrido. Para este experto, es posible que una lesión cerebral sea el detonante de una transformación de la personalidad y que incluso pudiera haberse visto afectado su comportamiento sexual , pero mientras no se sepa qué tipo de tumor sufre Juan Carlos Aguilar, dónde está localizado y qué tratamiento ha seguido en estos años no se podrá valorar hasta qué punto le afectó. «No hay ninguna conducta que no salga del cerebro», concluye Cabrera.
La crueldad del falso monje shaolín no se justifica por un tumor cerebral
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