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«El triángulo azul», españoles en el infierno

Esta obra representa un homenaje a los siete mil republicanos que pasaron por el campo de Mauthausen

«El triángulo azul», españoles en el infierno marcos Gpunto

julio bravo

El campo de exterminio nazi de Mauthausen es el lugar en el que se desarrolla «El triángulo azul» , que han escrito Laila Ripoll y Mariano Llorente, y que se estrena hoy en el teatro Valle Inclán, dentro de la programación del Centro Dramático Nacional . La dirige la propia co-autora, y el reparto está integrado por Manuel Agredano, Elisabet Altube, Marcos León, Mariano Llorente, Paco Obregón, José Luis Patiño y Jorge Varandela, con la participación de los músicos Carlos Blázquez, Carlos Gonzalvo y David Sanz.

Por aquel campo pasaron siete mil españoles , de los cuales no hubo más de dos mil supervivientes. «Ningún gobierno se preocupó de si estaban vivos o muertos –dicen los autores– y tuvieron que lucir el distintivo azul, el de apátrida, porque el Gobierno de Franco así lo decidió». Ripoll y Llorente han querido con esta obra rendir homenaje a esos miles de españoles «que dieron su vida por la libertad, asesinados por los nazis en el campo de concentración de Mauthausen», y en cuyo recuerdo no hay «ni un triste monolito».

Laila Ripoll ha utilizado una vez más el humor para contar el horror. La base del espectáculo son las fotografías del campo, tomadas por el español Francisco Boix, un prisionero que declaró en el Juicio de Nuremberg y que salvó un conjunto de fotografías que sirvieron como testimonio y prueba del horror allí vivido. «En la Navidad de 1942 –cuenta Ripoll– los españoles consiguieron, por primera y única vez en la historia de los campos, autorización para representar teatro. Sabían que, para sobrevivir, no tenían más arma que su moral y su sentido del humor. No escogieron un gran texto áureo, ni una tragedia universal, no. Los deportados españoles del campo de Mauthausen representaron una revista musical repleta de suripantas, vicetiples y pelucas rubias fabricadas con virutas de madera».

Y en torno a la música, que recibía a los que se acababan de bajar del tren de ganado y despedía a los que marchaban a la cámara de gas, se ha creado esta historia de amargura contada en un tono agridulce.

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