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crítica de ópera

Un barbero de andar por casa

La ópera de Rossini abrió la temporada del Teatro Real

Un barbero de andar por casa javier del real

por alberto gonzález lapuente

En este Teatro Real en el que tantas cosas son difíciles de entender, la inauguración de la temporada escenificando «El barbero de Sevilla» es un gesto perfectamente homologable. La producción fue estrenada en el año 2005 con un reparto que incorporó nombres de peso, a la cabeza Juan Diego Flórez y María Bayo . Pronto recorrió varios teatros, al tiempo que se distribuía en DVD. Es fácil, por tanto, saber lo que fue entonces y es inevitable compararlo con la actual reconstrucción en manos del director musical Tomas Hanus y de dos repartos plagados de intérpretes que participan por primera vez en esta producción.

Lo primero tiene que ver con el enfoque musical de la obra. Frente a la primera propuesta, en la que se procuró poner en valor la edición crítica que Alberto Zedda hiciera hace casi cuarenta años mediante una interpretación de sonoridad cuidada y regusto de época, la versión actual retrocede en el túnel del tiempo para situarse en la convencionalidad de un sonido sin personalidad , que deja al descubierto la verdadera naturaleza de la orquesta titular del teatro. Seria, digna, pero decididamente perfeptible en muchos detalles y, en este caso, sometida al criterio de un director que no pasa de hacer una labor aseada de acuerdo con una expresión que ni tan siquiera se atiene a las fórmulas más tópicas de la música de Rossini. «Crescendi» que no pasan de ser monótonas planicies, bajos carentes de vitalidad y ciertos problemas en los concertantes dibujan un panorama muy poco alentador. El «temporale» del segundo acto fue definitivo: el director forzado a un gesto extravertido mientras la orquesta no pasaba de chispear.

Coherencia de Serena Malfi

Del primer reparto cabe destacar de forma clara la interpretación de la mezzo italiana Serena Malfi pues es la única que posee igualdad vocal, que canta con coherencia y apunta una intención interesante. La frialdad de su actuación quizá no sea culpa propia pues son varios los momentos, particularmente en la cavatina «Una voce poco fa», en los que se manifiesta con personalidad propia. Como la tiene Susana Cordón, veterana en este «Barbero» y, por tanto, acostumbrada a hacer con interés y gracia el aria de Berta «I vecchiotto cerca moglie».

A partir de ahí todo es muy distinto. Dmitry Korchak , por timbre y volumen, podría ser un Almaviva muy estimable pero flaquea en el apoyo y son muchas las ocasiones en las que pasa por encima de los adornos y desafina el registro agudo. No obstante, ayer actúo reservón pues echó el resto con verdadera limpieza llegada su aria final «Cessa di più resistere». Descendiendo en el escalafón, Dmitry Ulyanov cantó la «La calunnia» con aburrimiento, poco ayudado por la orquesta y haciendo valer, únicamente, una estimable presencia vocal. El mismo punto que también tiene a favor el Bartolo de Bruno De Simone . Para el final queda Mario Cassi pues su Figaro es muy escaso, falto de «fiato», lleno de trucos y apenas interesante.

En 2005 el reparto también fue irregular, pero en aquel entonces lo verdaderamente bueno estaba a enorme distancia de lo menos favorable. Ahora «El barbero» es más homogéneo pero menos interesante. Y es pena porque redunda en el vuelo final de la producción firmada por Emilio Sagi : pulida ahora en algunos detalles, como antes sobreabundante en acciones secundarias, y siempre bien intencionada en su colorista y festivo remate. Definitivamente, tiene compañeros de viaje que le dan muy pocas alegrías.

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