Stefanie Kremser: «Barcelona ha vendido su alma al turismo»
La autora alemana afincada en la capital catalana revela la faz más negra de la ciudad en «Calle de los olvidados»
sergi doria
Barcelona vista con los ojos de una alemana. Stefanie Kremser se instaló en el barrio de Gràcia hace diez años, después de pasar por Sao Paulo, la ciudad donde creció con su familia germánico-boliviana y Munich, donde estudió cine documental. Barcelona, explica, “ ... era para mi un territorio de libertad, a medio camino entre Europa e Hispanoamérica”.
Guionista de televisión, observó la evolución de la urbe postolímpica hacia la industria del turismo masivo: “Empezó a inquietarme el mobbing inmobiliario que se practicaba a plena luz del día y ver cómo las tiendas de toda la vida iban cerrando, o pasaban a manos de chinos al jubilarse sus propietarios”. En esa batalla perdida de antemano los más indefensos son los ancianos, asediados por la revalorización del metro cuadrado y los apartamentos turísticos. “Su ciudad los expulsa: parece estar hecha sólo para los jóvenes”, apunta Kremser.
Esa otra Barcelona, relegada al patio más oscuro mientras se promocionaba “la millor botiga del món”, habita en “Calle de los olvidados” (Edhasa), una trama en la tradición de la novela negra con vocación de denuncia social. Un asesino en serie se ceba con diez víctimas siguiendo los pasos del martirologio de Santa Eulalia. Como deduce la periodista que ejerce de detective, se trata de una venganza contra los especuladores que han expulsado a muchos barceloneses del parque temático hasta condenarlos a ser extranjeros de sí mismos: “Por un lado, la revalorización de Barcelona a través del turismo, con todas las consecuencias legales e ilegales, como los edificios de lujo, los apartamentos de vacaciones y la consabida gentrificación; y por el otro, la degradación del casco viejo por parte de todos aquellos que viven de las migajas del turismo: como las tiendas se souvenires, el tráfico de drogas, la prostitución, las cuadrillas de mendigos y suma y sigue…”
En ese “suma y sigue”, la autora alemana vislumbra una ciudad faustica que acabará convertida en un escenario al estilo de Florencia: “Un centro urbano que enmudece a las diez de la noche, como cuando cierro un museo, porque se han marchado unos visitantes que sólo buscan tópicos y diversión superficial”. Barcelona, concluye Kremser, “ha vendido su alma al turismo”.
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