Muere Antxon Eceiza, padre del cine vasco

Atrás quedaba la carrera cinematográfica de un hombre apasionado y comprometido con la cámara que, desde muy joven, mostró su inquietud fundando un cine-fórum en San Sebastián junto a amigos como Elías Querejeta . Junto a este renombrado productor dirigió cortometrajes como «A través de San Sebastián» o «A través del fútbol».

La colaboración entre estos dos cineastas se prolongó a lo largo ante los años 60 con títulos como «El próximo otoño» )1963), «De cuerpo presente» (1965), «Ultimo encuentro» (1966) y «Las secretas intenciones» (1969), consideradas por algunos como los primeros cimientos del luego denominado nuevo cine español, que eclosionaría en los años 70.

En 1973, Antxon Eceiza se exilia a Centroamérica por motivos políticos, rodando allí títulos como «Mina, viento de libertad» (1976), o «El complot mongol» (1977). En ese año, y gracias a la Ley de Amnistía, cuando el cineasta donostiarra regresa a España, donde se definiría como «un escritor analfabeto, un vasco no euskadun» y «un cineasta sordomudo» . A partir de entonces todo su empeño se centró en sentar las bases del nuevo cine vasco, con títulos como «Días de humo» que no cuajaron ni entre el público ni entre la crítica. Su testamento cinematográfico fue «Felicidades, tovarich» (1995), con Francisco Rabal y Ruth Gabriel , que pasó sin pena ni gloria por las carteleras cinematográficas españolas. En el Festival de San Sebastián de 2003, Antxon Eceiza recibió el premio Ama Lur por su trayectoria profesional. «No sé si he tenido logros artísticos, pero sí una vida interesante en la que he cobrado por hacer lo que me gustaba», confesaba el director de cine vasco en una de sus últimas entrevistas.