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La «fiesta de la democracia» suele acabar en banquete cainita

El PSOE nunca ha digerido bien las primarias: el partido acaba roto y siempre gana el «rebelde»

La «fiesta de la democracia» suele acabar en banquete cainita EFE

MIGUEL OLIVER

El PSOE se adentra en terreno pantanoso. La carrera por suceder a Zapatero ya ha comenzado y, si se cumple el guión, los socialistas volverán a celebrar primarias en julio. Una «fiesta de la democracia», según la versión oficial, que históricamente ha acabado convirtiéndose en un banquete cainita. Ferraz nunca ha salido bien parado de estos procesos internos. Primero porque ha dejado un partido dividido y roto. Segundo, porque en la mayoría de las ocasiones ha ganado el candidato que no contaba con el apoyo de la dirección.

Las primarias en el PSOE eran habituales en la República. Fue Joaquín Almunia quien las recuperó en 1998, tras la marcha de Felipe González, para elegir candidato a las generales del 2000. El entonces secretario general se midió a Josep Borrell. Para sorpresa ganó éste con un 55% de los apoyos, cuando era Almunia quien controlaba el partido. Fue entonces cuando comenzó lo peor. Al ex ministro de Obras Públicas le hicieron la vida tan difícil dentro de su partido —nunca tuvo el apoyo de la dirección— que renunció a la candidatura, forzado además por un escándalo de fraude fiscal que, sospechosamente, se filtró a a los medios tras su triunfo. Almunia fue quien finalmente se enfrentó a Aznar. El PSOE estaba tan roto que solo rascó el 34% de los votos, lo que le llevó a dimitir la noche electoral.

Por nueve votos

Aunque no fue en unas primarias, Zapatero se hizo con la secretaría general de forma sorpresiva en el XXXV Congreso del PSOE en julio de 2000, cuando venció por nueve votos a Bono. Desde entonces, la vida le sonrió a este joven abogado de León, que en menos de cuatro años se alzó a la presidencia del Gobierno. El dirigente socialista pacificó el partido y recompuso una unidad que llevaba años haciendo aguas. Nadie se atrevía a cuestionar las decisiones del nuevo líder... hasta que las primarias volvieron a asomar por el horizonte de Ferraz durante el pasado verano.

Fue Madrid la primera región en darle el primer «gran» disgusto a Zapatero. El secretario general del PSM no acababa de convencer a nadie. Su oposición a Esperanza Aguirre no surtía efecto y la dirección comenzó a plantearse la necesidad de presentar otro candidato al 22-M. La elegida era Trinidad Jiménez. Pero Gómez les salió respondón. El presidente del Gobierno intentó convencerle para que aceptara a la, entonces, ministra de Sanidad como rival de Aguirre. Gómez dijo «no» y las primarias se hicieron inevitables. El ex alcalde de Parla había conseguido imponerse al inquilino de la Moncloa. Ese fue el principio del fin de Zapatero.

Sin dogmas de fe

Los comicios reabrieron viejas heridas y el partido volvió a entrar en crisis. El «crítico» Gómez se impuso a la «oficialista» Jiménez por 600 votos y dejó patente que los designios del líder ya no estaban considerados como dogmas de fe en Ferraz.

Valencia agrandó la herida. El exministro Antonio Asunción denunció ante la justicia el proceso de primarias en el seno del PSPV después de que la Comisión de Garantías Electorales le anularan 200 avales y le impidiera medirse al secretario general, Jorge Alarte. El candidato no se calló y aireó las vergüenzas de Ferraz al hablar de «pucherazo». Colaboradores de Asunción declararon esta semana en el juzgado de Primera Instancia número 11 de Valencia que en las agrupaciones locales no había avales para votarle y que nunca llegaron a contar con el censo de militantes.

Tras los dolorosos procesos de octubre, los socialistas volvieron a sangrar por las primarias de febrero en Barcelona. Montilla había «señalado» a la exconsejera Montserrat Tura candidata a las municipales del 22-M. El alcalde Hereu se opuso al nombramiento y acabaron resolviendo sus diferencias en otro proceso interno, donde el candidato «rebelde» terminó venciendo al «oficialista».

Rubalcaba, Chacón, Bono, Fernández Vara tienen mucho que aprender a partir de ahora. El partido camina por arenas movedizas y ya se sabe: el que mucho se mueva puede acabar hundido y arrastrar al resto. Cualquier militante puede presentarse como candidato a unas elecciones primarias para sustituir como cabeza de cartel a Zapatero, pero es nesario el aval del 10% de los militantes (hay 300.000). La Comisión Ejecutiva Federal también puede proponer candidato e, incluso, le puede dar su aval.

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