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Zapatero, de Irak a Libia

Si, como dice Zapatero, es posible proteger a los libios sin derrocar a Gadafi, la intervención militar tendrá que ser indefinida, y no de tres meses

CON el apoyo del PP, el presidente del Gobierno recibió la ratificación del Congreso a su decisión de participar en la intervención militar contra Muamar Gadafi. De esta manera, Zapatero incorpora a su expediente presidencial la entrada en una guerra, lo que supone un viraje sustancial en su rumbo pacifista. No es, en absoluto, una rectificación reprochable, porque ser presidente de un Gobierno occidental y democrático lleva aparejadas estas situaciones complejas, que hasta ahora Zapatero había esquivado con discursos buenistas y totalmente alejados de la realidad. Finalmente, Zapatero ha aceptado que las razones humanitarias también requieren el uso legítimo de la fuerza. El problema de Zapatero y su Gobierno es que, más pronto que tarde, tendrán que volver a comparecer para explicar cuáles son realmente los objetivos de esta intervención y cómo va a ser dirigida. Fue Zapatero quien decidió en 2004 abandonar la coalición aliada —mucho más numerosa que la formada contra Gadafi— que derrocó a Sadam Hussein, porque la ONU, que para entonces tenía avalada la intervención en Irak, no la había puesto bajo su mando. En Libia tampoco se ha cumplido esta condición, pero España sí participa en las operaciones de exclusión aérea. Sin embargo, apenas han pasado cinco días de bombardeos contra las tropas de Gadafi y ya hay graves disensiones entre los aliados. En primer lugar, no se sabe si esta intervención derrocará o no a Gadafi. Gran Bretaña ha dicho que sí, pero Estados Unidos y otros países europeos no están por esta opción. Pero si, como dijo ayer Zapatero, es posible proteger a los libios sin derrocar al dictador, la intervención militar tendrá que ser indefinida, y no de tres meses. En segundo lugar, no se sabe quién va a tener el mando de las fuerzas coaligadas, porque Estados Unidos ha avisado de que no lo quiere, la OTAN no puede asumirlo por el veto de Alemania y Turquía, y países como Italia —estratégicamente necesaria en esta operación— condicionan su

continuidad precisamente a que la OTAN tome la dirección.

La intervención militar contra Gadafi va a ser para Zapatero un contratiempo más serio de lo que pudiera parecer a simple vista. No bastan las resoluciones de Naciones Unidas cuando lo que está en juego es la coherencia ideológica ante un electorado de izquierda aún anclado en la guerra de Irak.

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