«Cada vez que publico una novela arrasan un barrio»
David Castillo observa Barcelona desde el Carmelo en «El Mar de la Tranquil.litat»
SERGI DORIA
Dice Loquillo que «la Barcelona de David Castillo es mi Barcelona». Una Barcelona que hoy sólo pervive en los textos literarios. «Cada vez que escribo una novela —explica el autor de “El Mar de la Tranquil.litat” (Proa)— se cargan un barrio. En 1999, cuando ... publiqué “El cel de l' infern” fue la Barceloneta; con “No miris enrere” (2001) acaeció el derribo del Barrio Chino; y ahora ha coincidido con la destrucción de Vallcarca…».
La biografía literaria y poética de David Castillo son recuerdos de descampados, antiaéreos, vinilos y tebeos de El Hombre Enmascarado. Paisajes del Carmelo, la Montaña Pelada, Vallcarca, el Valle de Hebrón y la Creueta del Coll. «Cuando mi hermana me regaló las primeras novelas de Marsé me quedé a cuadros: hablaba de mi barrio y de los escenarios de la infancia. Marsé hizo del Carmelo un universo fantástico y me abrió camino: es mi padre literario».
En el Mar de la Tranquilidad lunar aterrizó la nave Eagle en 1969 y en los bares del Carmelo de toda la vida aterriza Ángel, un joven empresario acusado de fraude fiscal que reencontrará a la aristocracia del barrio con la que jugaba el fútbol, le rompía la crisma a algún chaval del equipo contrario y explosionaba bombas de carburo de fabricación casera. Con esos amigos sin fecha de caducidad repasará episodios vitales: diálogos preñados de crítica y descripciones demoledoras sobre la Barcelona actual: «Al final de la Rambla, el mar bloquejat per la barricada d'edificis de nova construcció donava una idea de la ciutat present. Tot allà era resumit: la propaganda institucional autosuficient, els ninos del Museu de Cera, la drassana i la muralla, els carros de cavalls i un Colom crepuscular. La boca del metro vomitava androides, amb el seu uniforme i el seu destí calculat…». A ese mundo ya clausurado se aferra el protagonista de la novela para no caer definitivamente en el lado oscuro.
A los compañeros de barra de bar y a Blanca, prostituta de lujo con piso cerca del Clínic que le ofrece placeres carnales regados con Ribera de Duero y canciones de Gainsbourg. Si hubiera que imaginarla físicamente, nos indica, «se parecería mucho a la modelo de la portada del libro».
Autor de «El llibre dels mals catalans», una «novela en verso» sobre los años del Tripartito, Castillo se muestra indignado por la obsesión de la izquierda gobernante por evacuar leyes que se inmiscuyen en la vida de los ciudadanos. Después de oír las declaraciones de Boada sobre la que suprime el control sanitario en los locales de prostitución concluye que «Iniciativa es un preservativo mental. Con Montilla como Gran Timonel estos puritanos del marxismo-leninismo pasarán a la pequeña historia de los represores».
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