Ángeles de la guarda para divorciados desesperados

La firma Steps Relocation lleva más de quince años gestionando traslados internacionales de directivos de grandes empresas que vienen a trabajar a España. Utilizan su red de contactos inmobiliarios, empresas de mudanzas, colegios y todo tipo de servicios para ayudar a esos «expatriados» a recolocarse. Un día un cliente les pidió un favor: «El director general de mi empresa se está divorciando... ¿podéis echarle una mano para encontrar casa?». Entonces se les encendió la bombilla y nació «Yo solito», una nueva división destinada a los divorciados. «Vivienda, conexión a internet, el uniforme y los libros de los niños, domiciliaciones bancarias, aprovisionamiento de nevera y despensa... Les compramos hasta la caja de los hilos para que la asistenta (que también les proporcionamos) pueda zurcir la ropa», comenta Lydia Martínez, directora de Steps Relocation, donde trabajan diez mujeres con experiencia vital.

«El asesoramiento lo realiza una única persona, porque no nos parece correcto que el cliente tenga que contarle su historia a todas, e incluye un “personal shopper” (porque estos hombres no saben ir de compras, ni mucho menos hacer regalos) y un “couch” o psicólogo. Menos novia, les ofrecemos toda la logística necesaria para sobrevivir las primeras semanas. ¿Que uno quiere llevar a su ligue a cenar? Le recomendamos un restaurante adecuado, porque los sitios pasan de moda y puede quedar como un paleto si lleva a la chica a un local que frecuentaba hace veinte años, o incluso toparse con sus hijos y meterse en una situación embarazosa. Les acompañamos al IKEA y les sugerimos que tomen clases de cocina, no solo porque es útil, sino porque pueden conocer a señoras estupendas. También les montamos planes de fin de semana que incluyen salidas al campo, multiaventura, etcétera».

El perfil de los que lanzan un SOS es el de un directivo de entre 30 y 45 años sin tiempo ni ganas para aprender estas cosas. El boca a boca funciona. «No compensa tener clientes permanentes. Invertimos cuatro meses en los más torpes. Luego deben volar solos, es ley de vida». Como Mario. «Ahora estoy hecho un campeón», confiesa. «De vez en cuando me llaman para ver qué tal me va». Ha rehecho su vida. Pero no todos los divorciados pueden permitirse unos ángeles de la guarda cuando se produce el descarrilamiento.