AL PAIRO
El burka
«No se puede decir si no que ambas, la del burka y la sumisa, son una misma cosa: víctimas de la incultura»
FERNANDO CONDE
Partamos de la base de que el asunto de la prohibición del burka en España puede tener una transcendencia similar a la que tendría la prohibición de las corridas de toros en Alaska. Partamos de la base -constatable, constatada- de que, de nuevo, nos encontramos ... ante una discusión bizantina, una polémica de salón de té, una cortina de humo para fumigarle los ojos al personal y regalarle una ceguera que le impida ver la realidad del bosque. Hay que reconocerles en esto a las gentes de izquierdas un savoir faire inimitable, ilimitado.
Pero ya que nos han servido este plato insípido entre las sabrosas viandas de la recesión, del paro y de la brutal y galopante crisis, degustémoslo y demos buena cuenta de él. Por partes, como dicen que le gustaba decir a Jack el destripador. Supongo que quienes se desgañitan diciendo que no se puede prohibir el burka en España porque eso supondría un ataque a la libertad de quienes lo llevan puesto, se considerarán adalides de esa misma libertad llevada al extremo. Estarán, imagino, también de acuerdo con el aborto todo a cien, con la eutanasia activa y proactiva y con todo aquello que el hombre -o la mujer- en el pleno ejercicio de sus gustos y veleidades pueda apetecer. Pero, ¿estarán de acuerdo también con que un hombre pegue a una mujer?
En España vive aún, en pleno siglo XXI, una generación de mujeres educadas en una aberrante sumisión total al hombre. Mujeres que, como aquella famosilla a la que le preguntaron si su hermano pegaba de verdad a su ex mujer, ni corta ni perezosa, se limitó a decir: «la pega lo normal». Es decir, mujeres para las que el maltrato por parte de un hombre -un salvaje, normalmente- forma parte inextirpable de su educación, de sus «valores», de su manera de entender la vida y de vivirla. Toda una aberración, ya digo, y sin embargo… ¿por qué? ¿Por qué a una mujer que lleva puesta una cárcel móvil de tela se le debe respetar su derecho a elegir esa ergástula, en virtud de una supuesta educación en su cultura, y a una mujer a la que le parece normal que su marido la maltrate se la debe tratar de ignorante y de víctima de la violencia machista?
Analizado este parangón, no se puede decir si no que ambas, la del burka y la sumisa, son una misma cosa: víctimas de la incultura, reas de su supuesta y cacareada libertad de elección. Monedas de cambio…político.
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