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El despertador

LAS virtudes que no se practican con convicción acaban dejando al descubierto el cartón de la impostura. Así, cuando la austeridad no es una costumbre política sino una imposición sobrevenida por las circunstancias acaba por mostrar la paradoja de una sociedad opulenta que, como decía ... Galbraith, tiende a confundir el lujo con las necesidades. Si una Administración pública puede apretarse el cinturón del gasto ante una emergencia, cabe preguntarse las razones por las que lo llevaba tan holgadamente desabrochado. La única respuesta posible no deja en buen lugar a una clase dirigente acostumbrada al despilfarro como método natural de gobernanza, y que sólo ha sentido la necesidad de ahorrar cuando ha sonado el fastidioso despertador de la amenaza de quiebra.

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