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Puntos oscuros en el caso Haidar

SI la hospitalización de la militante saharaui Aminatu Haidar después de 32 días en huelga de hambre ha sido la circunstancia que ha facilitado una salida para su dramática situación humanitaria, no cabe más que felicitarse por ello. Con todo, ni siquiera el regreso anoche de Haidar a El Aaiún pone fin a un problema del que quedan muchas ramificaciones oscuras acerca de lo que ha pasado estos días, de lo que debe suceder en el futuro y de sus consecuencias para la política exterior española en Marruecos y en el conflicto del Sahara.

Si hay algo que ha quedado claro es que el Gobierno ha mentido cuando afirmaba que no tenía responsabilidad directa en el hecho de que se autorizase la entrada en España de una persona expulsada del aeropuerto de El Aaiún, porque el propio Miguel Ángel Moratinos ha reconocido que siempre estuvo al corriente de lo que pensaban hacer las autoridades marroquíes y no hizo anda por contrarrestarlo. Cuando el Gobierno endosaba la responsabilidad a los agentes de policía del control de pasaportes o a «autoridades administrativas» estaba sencillamente ocultando la verdad.

El ministro de Asuntos Exteriores ha intentado implicar —que se sepa— a Estados Unidos, a la Unión Europea, a Francia y hasta a las Naciones Unidas para buscar la salida de una crisis de la que él ha sido el principal responsable. Y si al final ha logrado un auxilio decisivo hay que reconocer que ha sido después de recibir el desdén de la mayor parte de las instancias a las que había acudido. La arriesgada política exterior dedicada a halagar a toda costa las relaciones con Marruecos se traduce en que , en caso de controversia, Rabat sólo tiene en cuenta sus propios intereses y que, en estos casos, los demás se lavan las manos. Al final, ha sido Francia la que se cobrará el precio de resolver este desastre, precisamente el país que más interés tiene en neutralizar la influencia de España en el Norte de África. El coste de la impericia del ministro de Exteriores, que desde el primer momento se negó a valorar la trascendencia de la situación de Haidar y de su expulsión por parte de las autoridades marroquíes, ha sido enorme. Que haya evitado in extremis y gracias a la ayuda de tercetros un desenlace fatal del caso Haidar es un magro resultado para un ministro que llegó a su despacho hace más de cinco años precisamente anunciando que la solución del conflicto del Sahara Occidental era una de sus prioridades.

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