Favoritismo y despilfarro
SI no fuera un asunto muy serio, la noticia podría provocar hilaridad. Hoy informa ABC acerca de la intención del Ayuntamiento de Sevilla de destinar 400.000 euros a financiar un mirador para contemplar ballenas en la República Dominicana. Bajo el disfraz multiuso de la cooperación al desarrollo, la corporación que preside Alfredo Sánchez Monteseirín está dispuesta a gastar dinero de todos los ciudadanos en un proyecto relacionado al parecer con algunas amistades caribeñas del ex presidente Felipe González. El afán por quedar bien con los amigos influyentes parece ser el único objetivo de una decisión que vulnera las reglas más elementales del sentido común, especialmente en tiempos de crisis de dimensión universal y con bastante más de cuatro millones de personas que sufren en España la tragedia del paro. Además de una frivolidad, estamos en presencia de un auténtico escándalo que carece de justificación objetiva y vulnera rotundamente el principio constitucional de eficiencia en el gasto público. Nada tiene que ver el Ayuntamiento de Sevilla con las atracciones turísticas en la región del Caribe, ni es admisible que el concepto de cooperación se interprete en un sentido tan amplio que permita arbitrariedades de este calibre.
El despilfarro y la irresponsabilidad son fiel reflejo de una mentalidad que concibe el ejercicio del poder como una fuente de favores a los afines al margen del interés general. Es evidente que Sevilla o cualquier otro municipio tienen necesidades en el ámbito de la competencia municipal que deberían atenderse de forma prioritaria antes de malgastar el dinero público en caprichos incongruentes. Más allá de la anécdota que se presta al chiste fácil, este disparate municipal provoca una lógica indignación en la gran mayoría social porque demuestra que los socialistas que gobiernan el Ayuntamiento de Sevilla actúan como una agencia para hacer favores a costa de las obligaciones que les incumben respectos de sus conciudadanos. Si ya sería discutible que los organismos del Estado encargados de la cooperación internacional financiaran un proyecto cuya utilidad es difícil de justificar, resulta absurdo que los presupuestos municipales -siempre limitados- paguen una atracción turística situada a varios miles de kilómetros de distancia. Si Felipe González quiere complacer a sus amigos debería ejerce sus influencias en otros ambientes. A su vez, los rectores del Ayuntamiento de Sevilla tienen el deber de archivar el asunto sin más trámites y dar carpetazo definitivo a un disparate injustificable.
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