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Fanatismos

EN la España de antes de 1959 -escribió una vez Andrés Trapiello-, todo el mundo, tanto en la ciudad como en el campo, se despertaba con el canto del gallo. No lo recuerdo, pero es posible que así fuera, incluso en Bilbao, o, sobre todo, ... en Bilbao, donde la estrechez de espacio imponía la contigüidad del caserío y la fábrica. En 1959, según Trapiello, nos volvimos, los españoles, irremediablemente modernos. Pero no nos levantamos convertidos en demócratas con despertador digital.

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