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Ser más inteligentes con EE.UU.

Las relaciones entre España y EE.UU. durante los últimos años han estado dominadas por ruidos distorsionadores. Las agendas políticas, académicas y mediáticas en Washington y en Madrid han estado dominadas por coaliciones de intereses e ideales cuya principal obsesión era marcar las diferencias.

La toma de posesión de la Administración Obama ha sido contemplada en España como una radical novedad que implícitamente traerá cambios en las relaciones bilaterales. Los guiños de la nueva Administración estadounidense en materia de Política Exterior -trátese de las menciones expresas a la lucha contra el hambre o a la crisis permanente en Oriente Próximo- avalan las positivas percepciones gubernamentales españolas.

La ininterrumpida cooperación en materia de lucha antiterrorista por parte de las dos naciones ha fijado un práctico mínimo común denominador durante los cinco años pasados desde el 11-M. Las previsiones de la Administración Obama en la lucha antiterrorista y contra el crimen organizado en África y en Iberoamérica generarán una mayor demanda de cooperación desde los EE.UU. hacia España. No en poca medida, la relación de intercambio de información entre los departamentos de Interior de EE.UU. y de España y entre estos y los de otras naciones asociadas y aliadas, tendrá suma importancia en los años inminentemente venideros. Al tiempo, los puentes mantenidos por España hacia Siria e Irán podrán ser aprovechados por la Administración Obama.

Una relación especial

Sin menospreciar al resto de socios de la UE, España tiene su propia relación especial con los EE.UU. de América. Más allá de la importancia estratégica de la Base Naval de Rota (Cádiz), esa relación especial se forja en Iberoamérica. Los intereses españoles y estadounidenses, públicos y privados, concurren competitivamente en las naciones de habla hispana y, como no, en Brasil. Si hay disonancias ciertas en relación a Cuba y al movimiento «bolivariano» que acaudilla Hugo Chávez no es menos cierto que en México, Panamá, Chile y el mentado Brasil hallan EE.UU. y España intereses comunes de toda índole. En toda Iberoamérica los negocios españoles de banca, telecomunicaciones, energías fósiles y renovables, servicios logísticos y turísticos -por citar los más conocidos- son alternativa, no de EE.UU., sino respecto de terceros.

Algo similar ocurre respecto de África del Norte y, por extensión, del Sahel. No es ocioso constatar en este plano que España sigue siendo una burbuja energética en Europa que depende tanto de México como del Magreb para su suministro. La liberalización del mercado y la política en Marruecos dará impulso definitivo a la redefinición de las políticas y de las acciones que los diversos intereses en presencia aplicarán en el Estrecho de Gibraltar y sus accesos terrestres, marítimos y aéreos.

Nadie podrá dejar de lado la búsqueda de una solución viable al conflicto sobre Sahara Occidental. Junto a Francia, EE.UU., el Reino Unido, Italia y España tienen un interés común en que la estabilidad de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia no sea alterada por cambios abruptos el seno de sus respectivos sistemas políticos y de poder. Frente a la actividad de Al Qaeda y sus franquicias, hasta Rusia y China comparten la misma visión en torno a los accesos occidentales al Mediterráneo y el Canal de Suez.

A la postre cabe discernir cuál será el futuro de la actividad de Defensa que fija la atención mediática en las relaciones entre EE.UU. y España. No conviene engañarse al respecto: ni siquiera durante el segundo mandato del Partido Popular, España fue un aliado completamente afín a los intereses de EE.UU. Hay intereses nacionales vitales que no forzosamente son compartidos por Washington y Madrid, ni entonces ni ahora. Hay estructuras «objetivadas» y percepciones siempre subjetivas que diferencian o, al menos, matizan los procesos de decisión de ambos gobiernos y de las burocracias que los asisten.

Fuera de los arcanos del lenguaje de los expertos, cabe afirmar que, por ejemplo hoy, los requerimientos establecidos por los EE.UU. para Afganistán se acercan más a los previstos por sus aliados europeos que hace dos años. No es baladí señalar que el evidente «enfoque integral» de las prioridades políticas establecidas por Obama-Clinton-Gates es concurrente con el que impulsó las propuestas tanto del PP como del PSOE en tales materias en las últimas elecciones generales y que están siendo objeto de consenso entre ambos partidos nacionales. EE.UU. proporciona ya modelos de gestión de los que cabe tomar nota en España para la mejora de su práctica en materia de Política Exterior, de Seguridad y de Defensa. No otra cosa son el recientemente establecido Mando Africano de los EE.UU. y el reformado Mando Sur de los EEUU (USSOUTHCOM, Iberoamérica y El Caribe).

Presidencia española de la UE

Sólo de seguir primando las visiones idealistas y los intereses no vitales que han ensombrecido las relaciones entre EE.UU. y España, sería imposible establecer una más inteligente relación especial. Durante el primer semestre de 2010 vendrán a coincidir la Presidencia Española de la UE y la negociación del nuevo marco de relaciones bilaterales entre España y los EE.UU. El no enfocar integralmente ambas coincidencias, atendiendo a los complejos condicionantes internos y externos de ambas naciones, sólo redundará en beneficio de terceros. Terceros que no siempre tienen buenas intenciones respecto de la civilización democrática de la que EE.UU. y España forman, con mucho esfuerzo y dedicación de muchos, parte fundamental.

Vocal de la

Asociación

Atlántica Española

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