Carrière: «Inventar historias es un arte necesario para poder vivir juntos»
“Un hombre normal es un hombre capaz de contar su propia historia”. A Jean-Claude Carrière (Colombières-sur-Orb, 1931) le gusta parafrasear al neurólogo Oliver Sacks para explicar porqué le fascinan tanto todos esos relatos que, durante siglos y a través de culturas diferentes, han circulado de boca en boca y de oído a oído. Las narraciones míticas son, asegura el escritor y guionista francés, las primeras leyes de la humanidad y una fuente inagotable de saber. Filosofía popular alejada de las garras de los intelectuales. “Nunca he entendido qué se pretende hacer con un manual de filosofía –explica-. Manual viene de mano, y hacer filosofía con las manos es un poco extraño, ¿no? La historia dice cosas que sólo ella puede decir; un ensayo lo dirá de otra manera, quizá más estructurada, pero la historia lo dice de una manera viva e inesperada”.
Saber anónimo y milenario
De esa forma de saber anónima y milenaria da buena cuenta en “El segundo círculo de los mentirosos” (Lumen), recopilación de historias llegadas desde las tradiciones india, china, iraní, sufí, africana, europea y americana. “Son historias que me han encontrado a mí y que sería un pecado no contarlas: quieren decirme algo y no tengo derecho a olvidarlas”, explica.
Un arte necesario
Quizá porque, como asegura, “inventar historias es un arte necesario para poder vivir juntos”. O simplemente porque en estos cuentos filosóficos se encuentra la clave para entender cómo las preocupaciones de las personas son universales e inmutables. Lo que le roba el sueño a un maestro japonés se lo quita también a un poblador africano. “Como digo siempre que imparto un taller a guionistas, las buenas historias necesitan raíces para poder crecer en todas direcciones. No existen fuera de un origen preciso y ser narrada por una voz particular para alcanzar una dimensión universal”.
Y esa voz, asegura, pervive a pesar de los avances tecnológicos y las cada vez más sofisticadas formas de comunicación. “De momento, el arte del cuentacuentos resiste ”, señala. Un buen ejemplo serían los gritos africanos, narradores de cuentos tribales y guardianes “de la memoria y la sabiduría”. “Conozco muy bien a un griot de Burkina Fasso y la gente, incluso las personas poderosas, le pide consejo porque sabe cómo contar las cosas a través de historias”, relata. Quizá sea ese griot el que le haya susurrado algunas de las historias que descansan en “El segundo círculo de los mentirosos” a la espera de que alguien las vuelva a convertir en relatos orales de ida y vuelta.
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