Doble éxito de Aguirre

ESPERANZA Aguirre ha sido elegida por abrumadora mayoría como presidenta del PP de Madrid, después de una intensa semana política en la que fue también protagonista del debate sobre el estado de la Región. El congreso de los populares refleja fielmente la fortaleza del proyecto del centro derecha en uno de sus principales feudos electorales. La brillante gestión desarrollada en la comunidad, en el ayuntamiento de la capital y en otros municipios emblemáticos de la región se sustenta en un partido fuerte y cohesionado, que ha dejado atrás cualquier veleidad absurda de conflictos sobre el liderazgo y concentra su esfuerzo en atender las necesidades reales de los ciudadanos. La presencia inesperada de Rato y la incorporación de Pizarro al Comité de Dirección son elementos significativos, a los que debe añadirse el «fichaje» de Washington Tobar, inmigrante de origen ecuatoriano, para la Comisión Ejecutiva como prueba de sensibilidad ante las nuevas realidades sociales. En democracia, equipos sólidos e ideas atractivas son una combinación infalible para ganar la confianza de los votantes.

Esperanza Aguirre ha puesto en marcha una política decididamente liberal que afronta con rigor y coherencia la crisis económica en contraste con la pasividad e ineficacia del Gobierno. El reciente anuncio de la privatización -hasta el 49 por ciento- del Canal de Isabel II se justifica en el marco de otras medidas a favor de la sociedad abierta, como la liberalización de horarios comerciales, la reducción de impuestos o el fomento a las inversiones empresariales en la región. De este modo, Madrid es un escaparate para el PP no solo en la confrontación ideológica con el PSOE sino también en las formas de gestión de una sociedad dinámica. Así quedó demostrado en el reciente debate parlamentario, dejando una vez más en fuera de juego a una izquierda que no encuentra resquicios para poner en peligro la hegemonía de los populares. Es lógico, porque Madrid funciona: lejos de absurdas pretensiones identitarias o de egoísmos insolidarios sobre financiación, la región crea riqueza, recibe inmigrantes y contribuye más que ninguna al bienestar general. Toda una lección de cómo hacer bien las cosas, al margen de intereses coyunturales y de oportunismos sin sentido. Pero no se trata solo de eficacia. Aguirre proclamó en voz alta que «el tiempo del relativismo moral se ha terminado» y que los valores son imprescindibles como fundamento de la acción de gobierno frente a la «tiranía» de la falsa corrección política. Las críticas fundadas a Zapatero muestran también que Madrid es un trampolín para el PP de cara a la política nacional.

Este Congreso ha servido también para eliminar la absurda disensión interna sobre el liderazgo del PP madrileño. Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón son dos activos de primer orden para el centro derecha y su proyección a escala nacional tiene su fundamento en una trayectoria brillante en el terreno autonómico y municipal. Cada uno de ellos desempeña ahora el papel que le corresponde, sin que sus adversarios hayan conseguido prolongar el discurso del enfrentamiento a cuenta de una supuesta discrepancia sobre la privatización del agua. Los proyectos son más importantes que las personas. Las diversas ponencias aprobadas por los compromisarios ofrecen ideas atractivas para desarrollar en el futuro. Entre ellas, cabe destacar la libre elección de médico y de centro hospitalario, las desgravaciones fiscales en Educación o -cuando la ley lo permita- la privatización de Telemadrid. Los gestos hacia la cultura, como el nombramiento de Albert Boadella, y la apuesta por un megacentro de congresos y de ocio son también gestos significativos de cara a la modernización de la oferta popular. En definitiva, después de una semana intensa en la Asamblea y en el partido, Esperanza Aguirre sale reforzada como líder indiscutible del PP de Madrid, siempre al servicio de un proyecto político de alcance nacional que lidera Mariano Rajoy.