«Trilogía de Stalingrado»

David Glantz es algo así como un icono entre los estudiosos y aficionados a la historia militar del Frente Oriental. Sus libros se venden bien y adornan las estanterías de muchos aficionados a estos temas. Sin embargo, el número de personas que compran los libros de Glantz supera con creces al de quienes terminan de leer completo cualquiera de ellos.

Quiero dejar claro que Glantz tiene, sin la menor duda, muchos puntos fuertes y elementos a favor. Fue un pionero en la utilización de las compilaciones de documentos soviéticos almacenados en los archivos rusos y, ciertamente, ha mejorado nuestra comprensión de varias de las campañas del Frente Oriental. Tiene la capacidad para evaluar las operaciones militares ―algo de lo que, por extraño que parezca, muchos historiadores militares carecen― y, en su mayor parte, sus juicios tienden a ser sólidos y acertados. Muchos de los historiadores profesionales y aficionados que tienen contacto directo con él lo describen como muy amable y siempre dispuesto a ayudar, algo poco común con sus colegas en España.

Glantz es un escritor muy rápido, lo que le ha permitido producir una larga serie de voluminosos libros en un período relativamente corto de tiempo, pero no siempre resulta un escritor cuidadoso,ni se preocupa demasiado por ser estilista. Su prosa es clara y directa, pero sin lograr enganchar al lector que no sea previamente un apasionado del tema. A veces descuidado, sus libros necesitan una corrección de estilo que no siempre existe. Helion, la editorial de sus libros sobre Smolensko, escritos más o menos a la vez que su serie de Stalingrado, ha resultado un editor mucho peor que la Universidad de Kansas. Los libros de Stalingrado están bastante mejor editados, pero no se puede evaluar el grado de implicación y responsabilidad del autor en el resultado final, como suele ocurrir con muchas editoriales.

A pesar de todos estos detalles en contra, Glantz es un autor de referencia que representa un antes y un después en este tema. Su obra sobre Stalingrado se ha convertido en consulta obligada para cualquier investigador, estudioso o simple aficionado a la Segunda Guerra Mundial en el frente del Este.