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Depresión, ansiedad, anorexia... los trastornos mentales tienen un efecto contagio entre adolescentes

Un estudio con más de 700.000 estudiantes finlandeses abre la puerta a la transmisión de problemas de salud mental entre jóvenes que comparten aulas

Desde fatiga recurrente hasta ataques de ansiedad constantes: la salud mental de los jóvenes cae en picado en 2023

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Javier Palomo

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«Dime con quién andas, y te diré quién eres». Todas las personas somos influenciables, hasta el punto de que a través de nuestra compañía, lugares que frecuentamos o cómo nos desenvolvemos con los otros puede trastocar la personalidad de alguien, su forma de pensar y proceder. Ahora el dicho pesa aún más en la salud mental, debido a un nuevo estudio que sugiere que los trastornos mentales podrían 'contagiarse' entre adolescentes, con la misma facilidad que se comparten los gustos musicales o la forma de vestir.

El trabajo, que se publica este miércoles en la revista Jama, ha analizado a más de 700.000 finlandeses de distintas clases de primero de Bachillerato —de entre 10 y 40 alumnos— donde había, como mínimo, un compañero con algún trastorno mental. De la muestra total, 47.433 jóvenes presentaban esquizofrenia, depresión, ansiedad, anorexia, trastornos de la conducta alimentaria (TCA) u otras enfermedades derivadas del consumo de drogas, como la psicosis o trastorno bipolar.

Tras el análisis, observaron que 167.227 personas (un 25.1% de los estudiantes sanos), recibieron un diagnóstico por un trastorno mental al año siguiente de compartir aula. En concreto y mayoritariamente, de depresión, ansiedad y trastornos alimenticios, ninguno relacionado por el uso de sustancias o por predisposición genética. De hecho, el riesgo aumentaba exponencialmente cuantos más alumnos de origen en el aula tenían una enfermedad.

Según los investigadores, este análisis es el más grande que se ha hecho hasta la fecha, por la amplia muestra de estudio. Precisan que el trabajo es relevante a su vez porque que no han detectado diferencia alguna cuando han tenido en cuenta factores externo a las relaciones que se crean en clase, como la posición socioeconómica del alumno, los trastornos mentales que ya pudieran tener los padres o las diferencias aleatorias (como las genéticas) en la predisposición a los problemas de salud mental entre los alumnos de los centros. Es decir, que el estudio ha detectado este aumento de enfermedades mentales teniendo en cuenta solo los vínculos y la convivencia que se produce en las aulas.

Contexto social autoimpuesto

También expone un caso nuevo de análisis sobre la influencia social, pues la tendencia natural que todos tenemos es relacionarnos con personas similares a nosotros, pero para esta investigación los autores eligieron las aulas de instituto como red social de estudio, y, al menos en Finlandia, la distribución de alumnos no es elegida por los jóvenes por los amigos que tengan o sus preferencias personales, sino que está impuesta por los centros educativos.

Y los investigadores detallan que la cifra de 'contagiados' podría ser mayor, porque es esperable que se diera el caso de que muchos jóvenes, pese a presentar todos los síntomas y efectos de un trastorno mental, se abstengan de pedir ayuda a los servicios de atención sanitaria, lo que implicaría que los diagnósticos fueran mayores.

Limitaciones

Pese a lo llamativo de la conclusión del trabajo, los mismos investigadores advierten de ciertas «limitaciones». Por ejemplo, explican que Finlandia es un país nórdico relativamente pequeño y homogéneo, con un sistema sanitario que proporciona acceso universal a los servicios a todos los ciudadanos, por lo que la réplica del trabajo en otros países (más grandes o con un sistema de salud más precario) podría presentar «complicaciones», lo que lleva a la duda sobre si los resultados se podrían generalizar.

También apuntan a que se podría dar el caso de que muchos jóvenes ya padecieran con antelación depresión o ansiedad, y que estas enfermedades no hayan sido provocadas por el contagio de otros compañeros.

Por otro lado, el estudio se desarrolló desde 2001 hasta 2019, lo que apartó del análisis la pandemia de Covid-19 y las repercusiones posteriores que hubo para la salud mental de los jóvenes. «Desde entonces y en el marco de estos cambios sociales, los adolescentes han dado testimonio más que nunca de su malestar mediante conductas que se adscriben con más facilidad como 'trastornos mentales', un asunto que nos tiene que hacer pensar en qué medidas educativas, familiares y ambientales podemos tomar, más allá de las puramente psicológicas o psiquiátricas», explica vía el SMC Alberto Ortiz Lobo, doctor en Medicina y psiquiatra del Hospital de Día Carlos III (Madrid).

Lo que si es cierto es que, por un lado, demuestra un «efecto positivo» para la visibilización de las enfermedades mentales, pues muchos adolescentes comenzaron a hablar de los problemas que sufrían -ellos o sus compañeros- con normalidad, tanto en las aulas como en sus círculos sociales.

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