Los dos rostros de la guerra, el de Clooney y el de «Líbano»
De ayer a hoy ha cambiado el corte de cara de forma radical: de Chávez a Clooney . El Festival tambien ha ofrecido dos caras radicalmente opuestas de la guerra, la trágica y la cómica, con las películas “Líbano”, del israelí Samuel Maoz, y “The ... men who stare at goats”, de Grant Heslov, que era la refulgente de la jornada, pues la protagonizan, ademas de George Clooney, Ewan McGregor, Jeff Bridges y Kevin Spacey. Y el cine italiano sigue sin aparecer, aunque ayer proyectaran en la competición “Lo spazio bianco” , un melodrama algo pasado de rosca de Francesca Comencini.
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La seriedad de “Líbano” tiene que ver con su mirada: la de su director, Samuel Maoz , que vivióo la guerra que cuenta durante su servicio militar y que comparte observatorio con Ari Folman (el de “Vals con Bashir”), y la de su cámara, o sea, el punto de vista de “Líbano”, que es siempre desde el interior de un carro de combate; dos escenarios, el asfixiante y casi teatral de los cuatro ocupantes del tanque, y el asfixiante exterior, que vemos a través del punto de mira del que dispara y que muestra –y colabora a crear- el caos, el horror y la guerra. “Líbano” es una tensión constante en un escenario claustrofóbico y profundiza en algo así como un nuevo modo que adopta el cine de mirar algunos capítulos de la historia de su país, como la mencionada “Vals con Bashir”. No sería raro que por la gravedad y claridad de sus dos puntos de vista, el del director y el de su cámara, “Líbano” estuviese ya destinada a la zona noble del palmarés.
No es lo mismo
En el lado contrario, o sea, en la comedia y en el modo de mirar extravagante, estaba “The men who stare at goats”, cuya primera parte
conecta fácilmente con las cosquillas del espectador gracias a un Clooney descacharrante, que se cree, como el perrito Bolt, que tiene superpoderes
La italiana “Lo spazio bianco” aborda un asunto tan grande y eterno como la guerra: la maternidad . La hija de Comencini, Francesca, dirige con un pulso muy bajo y con un estilo discutible el drama de una mujer ante la incubadora en la que está su hija, Irene, que nació con sólo seis meses de gestación; se ocupa con insistencia del rostro del personaje, que encarna con más esfuerzo que acierto la actriz Margherita Buy, e intenta adornarse con algunas reflexiones de poca monta acerca de ese hecho gigantesco de ser madre. La mayoría de las veces pasa: un reguero de teclas mal pulsadas y de emociones y músicas falseadas se llevan camino del desague los auténticos sentimientos que pudiera pretender la historia. Tócala otra vez, Francesca.
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