Nació golpista, murió dictador
Nunca sabremos cuándo murió: no hay testimonio que pueda avalar el dato con credibilidad
ramón pérez-maura
Nunca sabremos cuándo murió: no hay testimonio que pueda avalar el dato con credibilidad
Cuando el 4 de febrero de 1992 Hugo Chávez puso en marcha su primer intento de golpe de Estado, nacía una nueva figura política de proyección continental. Un militar golpista en ... torno al cual giraría la política latinoamericana de los siguiente veinte años. La historia es conocida y no perderé palabras en perfilar su carrera en el poder. Pero sí quiero resaltar, como todos sabemos, que como en política ya está casi todo inventado el resultado de aquella epopeya golpista ha sido el que era previsible: la ruina económica de Venezuela y el asentamiento de una dictadura que ahora va a organizar unas honras fúnebres cual corresponde al padre de cualquier revolución victoriosa -que no triunfante.
El mundo ha permanecido impasible durante los últimos dos meses mientras el entorno de Chávez violaba flagrantemente la Constitución, cuyos artículos relativos a la sucesión presidencial tienen ya el mismo valor que nuestras tradicionales «Páginas Amarillas» de Telefónica para un joven de 15 años. En medio de ese golpe de Estado en el que ha asumido el poder una camarilla a la que ningún gobierno occidental le ha afeado la conducta -empezando por España- hemos asistido a un fabuloso ejercicio de funambulismo político en el que no se ha aportado ninguna prueba de si Chávez estaba vivo o muerto y, ni siquiera de en qué punto del planeta se encontraba. En puridad, nunca sabremos cuándo murió porque ya no hay testimonio que pueda avalar el dato con credibilidad. Ni falta que hace, pensarán los suyos. Porque en las dictaduras como las de los Kim en Corea del Norte o en el felizmente difunto régimen soviético, uno no se moría el día que la madre naturaleza decidía que así ocurriese. Uno se moría y muere, en el caso Coreano y ahora en el Venezolano, el día que le viene bien al partido. Y a continuación se saca a las masas lacrimógenas a llorar a la calle a que se pregunten qué va a ser de ellos sin el padrecito. Y lo más increíble es que habrá demócratas que guardarán alguna palabra de loa para el tirano. Y es que no paramos de mejorar.
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