Jaime Rosales: «El cine español busca más al público y eso es bueno»

–¿Representan estos jóvenes al resto de los jóvenes españoles?

–No me corresponde a mí ni interpretar la película ni extrapolar cosas. He intentado ser muy fiel a la realidad, hacer un retrato a través de unos personajes que he creado con mucho cariño y mimo, con la participación de los actores y del guionista. Lo importante es esa historia. Es el espectador el que tiene que hacer esa lectura, extrapolarla o interpretarla de una determinada manera.

–Y en esa realidad, ¿qué ha descubierto? ¿Cómo es esa generación?

–Lo que he visto es que no son tan diferentes a como yo era cuando tenía 25 años. Con mucho talento y con mucha energía, pero sin experiencia. Lo que sí es diferente es el entorno en el que están viviendo, que es mucho más hostil que el de hace veinte años. Ahora estamos en un momento más duro, desde el punto de vista del trabajo y del paro. Eso les desanima mucho.

–¿Es esta su película más digerible, más abierta para el gran público?

–Sí. He querido dirigirme a más gente. Es lógico, siempre quieres el máximo de público posible. Y a la vez es una película menos personal, la he hecho en colaboración con más gente, he dejado que otras ideas entraran, he cambiado muchas cosas en mi manera de hacer. Precisamente para que fuera un retrato de los demás y no tanto una obsesión mía. No parte de un lenguaje mío. Y eso espero, que sea una película más abierta y que más gente la encuentre emocionante, que quieran ir a verla.

–¿Y por qué justo para un retrato de la gente corriente ha dejado de trabajar con actores no profesionales?

–Inicialmente quería usar actores naturales, me gustan mucho. Pero me convenció la productora ejecutiva de que teníamos que usar actores profesionales. También de que fueran guapos, de que usase los recursos tradicionales de la ficción. Me convenció de que debía hacer una película... más película.

–Ha hecho concesiones a lo comercial...

–No sé si son concesiones ni si son a lo comercial. Sí que es un intento de abrir más la película hacia el público –con actores más guapos, como decía–, sin por eso renunciar a las posibilidades de una reflexión, y también sin que el espectador tenga que ver algo hueco. Que pueda ver algo que le interese. He buscado ese equilibrio bastante conscientemente.

–¿Es lo que le pasa al cine español? ¿Buscamos al público cada vez más?

–Creo que sí, estamos viendo cómo el cine español busca más al público. No solo porque haya películas que hayan funcionado (eso es que se ha acertado), pero sí... Venimos de una etapa en la que había abundancia de recursos pero un cierto ensimismamiento. Como el mío propio con «Sueño y silencio», con la que a lo mejor desperdicié una oportunidad. Aunque sea mi película favorita. Pero sí, creo que hay una búsqueda del espectador. Y creo que eso es bueno.

–Es curioso que «La soledad», una película de su anterior etapa, fuese la que triunfase en los Goya...

–Es que en el cine, en España, han cambiado muchas cosas. «La soledad» fue una sorpresa porque era una película pequeñita, de estética más autoral, y recibió los premios más importantes. Pero yo creo que el año pasado con «La herida» vivimos un segundo capítulo. Era una primera película, minúscula pero muy bien hecha, y tuvo también muchos premios muy importantes. El cine español está dándose cuenta, reconociendo ese cine moderno y pequeño que tiene valor. Y luego está un cine como «Lo imposible» u «Ocho apellidos vascos», un cine muy bien hecho que va a buscar la taquilla y que llega a mucha gente. ¡Y eso está bien! O haces algo muy orientado al público o algo de mucha calidad autoral, pero ha habido una época en la que el cine español se quedaba en la zona del centro... y eso era malo. Creo que este año va a ser bueno para el cine español.

–¿Cómo vive este Festival de Cannes, que mezcla a los autores con el glamour de los casinos?

–Los programadores del festival, y yo creo que lo hacen con mucha astucia –y casi con magia–, barajan esas dos partes. Tiene que tener el glamour de las grandes estrellas, y tiene que ganar la Palma de Oro una peliculita filipina en la que un policía tortura a una prostituta. Eso los franceses lo hacen de maravilla. La gracia es equilibrar a Nicole Kidman con Brillante Mendoza.