Sergio Fernández: «Me considero un turista en la naturaleza»
«Duelo de Chefs» o «Cocinamos contingo» le han dado popularidad a este madrileño al que siempre le han gustado los deportes de aventura en contacto con la naturaleza
Sergio Fernández: «Me considero un turista en la naturaleza»
Desde pequeño, Sergio Fernández ha crecido en contacto con la naturaleza. Y sus aficiones se forjaron influidas por «lo verde»: «He sido boy-scout y todos los fines de semana salíamos a algún sitio. Íbamos en tren a Cotos, Peñalara, La Pedriza ... o Patones, donde me aficioné a escalar. Yo no fui a una discoteca hasta los 24 ó 25 años. Y no me había bebido nunca un cubata. No son compatibles ambas actividades», explica mientras paseamos en las cercanías del lago de la Casa de Campo, en un día que amaneció frío en este comienzo de enero. Pero a las tres de la tarde los rayos de sol ya han caldeado el ambiente y hacen agradable el paseo. Y son muchos los madrileños que se acercan a este espacio natural disfrutando la pereza que parece sentir el invierno para manifestarse como se espera de esta estación. Aunque el hielo que señala Sergio en el suelo, nos recuerda que enero es uno de los meses más despejados del año, y por eso mismo muy frío.
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También por costumbre familiar este cocinero madrileño cuyo origen está en el barrio de Vicálvaro, solía frecuentar espacios verdes urbanos: «A mis padres les gustaba mucho ir al río a coger paloluz los sábados. El domingo a los alrededores, como Aranjuez . Creo que era lo más económico que había. Y era sanote y divertido». Tal vez sus padres buscaban aproximarse a sus raíces, que en el caso de Sergio están a caballo entre León, de donde es su padre, «cerca de Picos de Europa », y la sierra de Cazorla , en Jaén, lugar de origen de su madre, «la provincia con más espacios naturales», apunta.
Central Park en Nueva York o Hyde Park en Londres son más pequeños que la madrileña Casa de Campo
No es de extrañar que se sienta más afín a la montaña, aunque ahora, aclara, frecuenta más la playa, porque el gusto de sus tres hijos se impone sobre el suyo. «Tengo una casa en Granada, en Salobreña, y me he aficionado mucho al kayac. Me compré un barquito pero me di cuenta de que el motor en el mar, aunque es más seguro, desentona. Y como no quería transportarme sino disfrutar, ahora tengo tres kayaks y salgo mucho al mar, para hacer travesías de cinco o seis horas», explica. Para los más sedentarios, toda una desilusión saber que es el remo el que moldea los brazos de este cocinero, y no el montar a mano las claras de huevo.
Para Sergio Fernández es un lujo contar con un espacio como la Casa de Campo en una ciudad como Madrid. Y es que, con su 1.722 hectáreas , el parque público más grande de la capital supera con creces a otros espacios verdes urbanos como el Bois de Bolougne, en París, al que duplica; el Central Park de Nueva York, cinco veces más pequeño, o Hyde Park, de Londres, menor aún. Desde el lago, uno de los lugares elegidos para las fotos, se puede apreciar la cercanía con la gran urbe, en la que despuntan los edificios de la Plaza de España y la Almudena.
Recreo y trabajo
La vida de Sergio gira en torno a este espacio verde. Su trabajo diario se desarrolla en la Escuela de Hostelería , situada en este espacio natural, donde da clases. Y al otro lado de este gran parque tiene su residencia, desde la que tarda apenas seis minutos en llegar a su trabajo. En ocasiones el recorrido lo ha hecho en bicicleta. «Me ha gustado mucho el deporte. He vivido siempre en sitios muy próximos a la naturaleza. Al lado de Montserrat, en Barcelona, durante once años. Me gustaba mucho la escalada y hacíamos muchas cosas allí. Pero con los años coges más kilos, empiezas a tener niños, tengo tres, y cambian un poco las cosas. Te metes en una dinámica que te impide hacer todo el deporte que quisieras, precisamente cuando tendríamos que hacer más». Además de la escalada, la bici y el piragüismo, ha practicado barranquismo, taekwondo y kárate. ¡Como para llevarle la contraria! Eso sí, asegura que no se ha peleado ni una sola vez en su vida.
De la Casa de Campo guarda buenos recuerdos de su época de estudiante, precisamente en la Escuela de Hostelería , donde ahora es profesor. Entonces, «hacía pellas como todos los chavales, y he paseado mucho por aquí. Ahora vengo con mis hijos. Una vez les dije que íbamos a la montaña y como eran muy pequeños me los traje a la Casa de Campo. Estuvimos andando como media hora, y en ese tiempo a ellos se les olvidó que estaban en la ciudad, les pareció que caminaban en medio del monte y les hizo mucha ilusión». En el interior de este pulmón de Madrid, recuerda, hay espacios con mucha vegetación que podrían hacer pensar al visitante que está en medio de un bosque .
Y no es del todo impensable, ya que este espacio es continuación del monte del Pardo, una reminiscencia de lo que fue antaño la vegetación de Madrid. «Te puedes hacer cuarenta o cincuenta kilómetros en bicicleta , con una seguridad bastante alta, porque no hay tráfico. Además puedes acceder en metro ». Sin embargo, se lamenta de que no cuidemos como se merece este tesoro verde: «Somos un poquito cavernícolas todavía. Yo digo que somos "guarrícolas", no tenemos en cuenta que en un espacio muy chulo y muy limpio como este no hay que tirar nada. Posiblemente no sea lo más bonito del mundo ver un contenedor de basura aquí, pero es necesario. Todavía nos queda un paso que dar para que tengamos espacios como este sin que tenga que haber alguien que los limpie. Porque el monte en teoría no lo debería limpiar nadie. Deberíamos no ensuciarlo», dice muy convencido.
Agua y árboles
Para Sergio, este espacio natural tiene su encanto en cualquier época del año, aunque «en invierno, lloviendo, mola infinito. Y un día fresco y soleado también está bien. No soy muy de calor, me gusta más el fresco. Salvo el verano, el resto del año me encanta». Además aquí están presentes el agua y una frondosa vegetación . Dos elementos que Sergio valora: «Me gusta estar rodeado de agua y árboles. Me gustan los paisajes con agua, tienen vida. Y los lugares verdes me relajan. Parece que respiro mejor».
Sin embargo, se lamenta de cómo nos relacionamos con el medio ambiente: «Ya no interactuamos con la naturaleza como lo hacían nuestros antepasados. El animal humano no encaja muy bien por causa de nuestros hábitos. Ya no somos parte de la naturaleza . Por muchas cosas, como la ropa que llevamos, el combustible que gastamos para llegar a los sitios que visitamos, por las comodidades que te traes, porque no puedes vivir sin una "chupa" de goretex o unas botas increíbles. Y todo eso nos distancia. Me considero un turista en la naturaleza a pesar de que he pasado muchas horas en el campo».
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