EL SITIO DE MI RECREO
Carlos del Álamo: «El monte puede aportar soluciones a la economía»
El modelo de conservación de «mírame y no me toques», importado de EE.UU., no siempre funciona en España, explica el decano del Colegio de Ingenieros de Montes
PILAR QUIJADA
Nacido en Madrid, el día de San Isidro, a los dos meses ya estaba respirando el aire serrano de El Espinar , muy fresquito, por cierto. «Aquí he pasado mucho frío, porque cuando éramos pequeños las casas no tenían calefacción y a finales de ... septiembre ya podía caer la primera nevada», explica Carlos del Álamo , en un día lluvioso y fresco, que parece un anticipo del otoño.
Paradójicamente, a pocos metros, al otro lado del túnel de Guadarrama , luce el sol y la temperatira supera los 27 grados, 12 más que en El Espinar. La razón de este «salto climático» está en la orografía y los vientos dominantes: «A este lado, la meseta es más alta, unos 900 metros, frente a los 600 de Madrid , y San Rafael está a 1.200. Además, los vientos húmedos del oeste chocan con la parte norte de la sierra y dejan más agua».
No obstante, dice que el clima se ha suavizado respecto a como lo recuerda de su infancia: «Es una realidad que ahora nieva menos». Y sale en la conversación el cambio climático, que ya ha afectado en tiempos muy remotos a esta zona, explica, como reflejan los topónimos: «Aquí hay una zona que llaman Las Viñas , una denominación que probablemente venga del periodo cálido de la Baja Edad Media , en el que se podían cultivar viñedos aquí. Después, en la Pequeña Edad del Hielo se enfría y aumentan los glaciares».
Conoce a la perfección la zona, que se ha pateado desde la infancia: «Mi familia era de médicos y farmacéuticos todos muy aficionados al campo, como se decía antes. Hemos tenido siempre un vínculo muy fuerte y estrecho con el paisaje, los bosques, los animales , con todo el medio natural. Yo quería hacer algo relacionado con esto y al conocer que existía una carrera de ingeniero de montes, pensé que era lo mío», explica mientras retumban los truenos y la lluvia empieza a caer con más fuerza.
La biomasa genera energía renovable, disminuye la factura y crea empleo
«Tengo un miedo infantil a las tormentas en el monte . Me dan pánico. Cuando era pequeño iba de caza con mi padre y mi abuelo y nos pillaban tormentas con rayos, que de cerca son terribles. El crac que hacen es impresionante. Y cuando hay pastores cerca, con ganado, se crea un campo eléctrico que atrae al rayo», confiesa mientras alza de reojo la mirada al cielo, que luce un gris plomizo.
Mientras posa para las fotos, bajo la lluvia, comenta: «Me encanta la fotografía, antes de las fotos digitales tenía un laboratorio de revelado en blanco y negro, y siempre me encargaba de hacer las fotos familiares». Oscar, nuestro fotógrafo, es biólogo -«la competencia leal», reímos entre bromas- y nos cuenta cómo llegó a la fotografía por su afición a la naturaleza .
Una afición compartida que inevitablemente dirige la conversación hacia consejos para captar mejores imágenes, en especial las técnicas que utiliza Óscar para compensar la luz que roban las oscuras nubes. «Es una afición que te absorbe, sobre todo si te gusta ver aves migradoras , que ahora cruzan el Estrecho », comenta el decano.
Estamos en la parte baja de la Garganta del río Moros , que nace en el Montón de Trigo, en el futuro parque nacional de las Cumbres de la Sierra de Guadarrama. Una puerta nos impide el paso. El camino restante no estará abierto hasta octubre. Ni siquiera el decano del Colegio de Ingenieros de Montes , que llegó a ser Director General de Montes y Medio Ambiente Natural , puede saltarse las estrictas medidas. Necesitamos un permiso para seguir avanzando. La lluvia nos desanima para ir a buscarlo. Otro día, quizás.
El futuro parque nacional
«Sobre estos pinares se debatía si eran autóctonos o de repoblación. Ya está demostrado por los análisis polínicos su origen natural», señala Del Álamo como anécdota. La extensión de estas masas forestales ha fluctuado con los vaivenes climáticos: «Con las glaciaciones, avanzan las coníferas, y en la época interglaciar, las frondosas . En esta zona los pinos compiten con los rebollos (Quercus pyrenaica), muy usados para leña, que, junto con la encina, han sido el abastecimiento tradicional. Muchas robledas han ido desapareciendo».
La estrecha interrelación de los habitantes de la zona con la vegetación ha generado el paisaje verde que ahora vemos y que han merecido ser parque nacional. Sin embargo, el modelo de conservación de «mírame y no me toques», importado de Estados Unidos , no siempre funciona en España, advierte Del Álamo.
Prohibir el aprovechamiento forestal puede hacer desaparecer el bosque
«No podemos olvidar que estos bosques han llegado a nuestros días gracias al aprovechamiento forestal . Su regeneración, como sabemos bien los forestales, es consecuencia de ese aprovechamiento, que siempre ha conservado unas masas jóvenes para el futuro. Si el bosque envejece, aunque no sea algo inmediato, no se regenera y desaparece. Es el riesgo que la gestión de un parque nacional debe tener en cuenta. La prohibición radical de los aprovechamientos tradicionales puede hacer que en un siglo el bosque que protegemos ya no esté, porque no se ha podido regenerar. Eso hay que preverlo, porque ya tenemos experiencia de lo ocurrido en parques más antiguos, como Ordesa o Picos» .
Contemplando paisajes como estos no podemos dejar de preguntarnos, en un «ardiente» verano como este, por qué alguien puede querer quemar el monte. «Ya van más 165.000 hectáreas y la temporada no ha terminado», advierte Del Álamo.
«El principal problema son las personas, que provocan el 95% de los incendios . Hay que actuar sobre el factor humano porque hay una parte importante de intencionalidad, no solo descuidos o negligencias. En este aspecto, la solución es la investigación policial y la persecución por este delito tipificado en el Código Penal. La memoria de la Fiscalía recoge apenas unos 100 casos de condenas probadas de los incendiarios. El resto quedan impunes».
En ocasiones, recuerda, detrás de las llamas hay conflictos de intereses por el uso de los montes, que deben resolverse. Los montes rentables no arden, recuerda . Ya se cuidan de ello quienes viven cerca, que, como se hacía antaño al toque de las campanas, salen a apagar el fuego en los primeros momentos.
Fundamental también la actuación sobre el monte, aunque aclara que los culpables de los incendios son quienes los provocan y no los árboles que hay en ellos, ni el estado de conservación. «Hay que reducir el combustible, aprovechándolo como biomasa , que genera energía renovable, disminuye la factura de hidrocarburos y crea puestos de trabajo. Esta biomasa puede paliar algunos problemas de nuestra economía».
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