cartas al director
Cuidados Paliativos: este teléfono está apagado o fuera de cobertura
«Malas fechas. Es Navidad y el equipo de paliativos estará de vacaciones»
por lorena MartíN GARcÍA
Se ha ido la luz y me ha invadido una honda sensación de angustia. La misma de aquel día que el médico nos comunicó que la batalla había terminado, que el cáncer había ganado la partida y que la madre de mi marido debía pasar ... sus últimas semanas, días u horas en su casa luchando, pero ni siquiera contra la enfermedad, simplemente contra el penetrante y agudo dolor físico… y psíquico.
Pseudo asimilada la noticia y momentos previos a recibir el alta, nos informaron en el Hospital Virgen de la Salud de Toledo que la Unidad de Cuidados Paliativos se encargaría de que ella no sufriera dolor mediante un tratamiento a base de morfina y otros componentes que mitigarían los profundos latigazos que sentía en el vientre.
Algo aliviados aunque afligidos, confusos, desorientados y profundamente tristes le acompañamos a casa con el único objetivo de permanecer a su lado con una sonrisa que escondiera el final próximo que ella desconocía. Con una fuerza inusitada iniciamos nuestra labor para «hacer una vida feliz» sin advertir que simplemente ella y nosotros éramos unos más, un expediente, un número de afiliación a la Seguridad Social, un DNI…éramos solo ciudadanos; sin que a nuestros nombres les precediera ninguna otra letra.
Con unas breves indicaciones previas que nos ofreció el equipo oncológico para que ella tolerara ese dolor a través de dosis de morfina inhalada y otros fármacos, hora a hora, mañana a mañana, día a día, marcábamos un número de teléfono móvil para que el equipo de paliativos apareciera en casa, para que nos ayudara, para que ella no sufriera, para que no le doliera y para que no llorara.
Y llamada a llamada, día a día, momento a momento, nuestra desesperación crecía, nuestro angustia nos recogía y nuestra ignorancia sobre cómo suministrar morfina o sedantes nos hacía debatirnos en un delirio ético y moral que deshacía todo ese «mundo feliz» que intentamos crear para ese último momento.
«Malas fechas» – nos espetó un médico del hospital al que acudimos un día en el que el dolor llegaba también hasta nuestras entrañas – «es Navidad y el equipo de paliativos estará de vacaciones».
Tras ofrecernos unas indicaciones de cómo, en qué cantidad y cada cuánto tiempo suministrar la morfina nos emplazó hasta el día 2 de enero para que el ansiado equipo técnico acudiera a paliar no ya el dolor físico sino también el desaliento.
Navegando contra viento y marea por Internet en busca de respuestas, guías fáciles de cómo eliminar el dolor y demás herramientas que nos ofrecieran una formación y una destreza que no teníamos, topamos con una denuncia de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal) sobre el cierre de dos unidades de esta especialidad médica en Ciudad Real.
Desconocemos si éste fue el bofetón que necesitábamos pero nuestras mentes se liberaron parcialmente del miedo para remontar, meternos en nuestro papel de «enfermeros» y volver a iniciar el camino hacia ese «mundo feliz». Hoy ya todo ha pasado y nos encontramos profundamente tristes pero henchidos por lo que por ella pudimos hacer.
Creemos que este es un relato lo suficientemente real y nítido para que quienes tienen en sus manos el poder de dignificar el final de nuestra vida – lamentablemente no un poder divino sino unos gestores políticos de la sanidad de Castilla-La Mancha – tengan en cuenta el sufrimiento, el dolor y la agonía del enfermo al que abandonan pero también la pena, la angustia, la desesperación y el desconsuelo de los familiares.
Quien tiene entre sus responsabilidades institucionales y políticas este delicado asunto debería conocer qué siente un enfermo cuando grita que le duele o porqué la cara de aflicción de su familia; y eso, lamentablemente solo se conoce si se ha sufrido o si se han intentado, al menos, desarrollar un mínimo grado de empatía que te permita conocer el problema; pero para eso hay que tener altura, y no solo física sino personal. Los ciudadanos nos merecemos que se gestionen escrupulosamente nuestros impuestos, aquellos que pagamos para tener bienestar. Quien no comprenda esto debería plantearse, al menos, trabajar desde las normas que dicta la simple condición humana.
No es demasiado pedir. http://doblepensada.wordpress.com/
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