ABC toma el mismo tren a Santiago

Viaje en las tripas del Alvia

Son las tres de la tarde. Un Alvia sale puntual de la estación de Chamartín. Va camino de Ferrol. Antes, Santiago; allí donde la muerte viajó hace un año

Viaje en las tripas del Alvia Isabel permuy

mayte alcaraz

Este Alvia también es tan largo como un día sin pan. O un año de ausencias. A las tres ha salido de Chamartín. Como aquel de la devastación. Va cargado de vida, cepillos de dientes y futuros pensionistas, si alguno no lo es ya, a ... los que Montoro ha de preservar la hucha. Muchos van a celebrar el día del Apóstol. Como aquellos a los que la curva de Angrois y un despiste atroz se tragó sin contemplaciones. Cuando la muerte viajaba a 179 kilómetros de velocidad. La muerte y su maquinista, título para una pesadilla que a Galicia le ha comido «a dentelladas secas y calientes» la moral desde el 24 de julio de 2013. La voz del involuntario cómplice de la pesadilla, el conductor Francisco Javier Garzón, aún resuena entre las lágrimas derramadas sobre la playa de vías:

–Descarrilé, descarrilé... ¿Qué le voy a hacer? Si hay muertos caerán sobre mi conciencia...

Cómo si hay muertos... Hay uno, dos, tres, cuatro... hasta 80 personas fallecidas y 146 heridos aquel día del patrón y la rabia. Garzón tiene hoy 52 años y uno de vida . Quizá el último de ellos, más de muerte que de vida, cuando una llamada telefónica –inexplicable llamada– entre conductor e interventor mandó llorar a España. Era el momento en el que el Alvia 151 que cubría la línea Madrid-Ferrol descarriló en el punto kilométrico 84+413 a las afueras de Santiago, tramo en el que circulaba a 179 kilómetros por hora pese a que tenía limitada la velocidad a 80. Este es el único postulado sobre el que no hay discusión en la España que se asoma al patio, grita, pregunta, y nunca espera la respuesta. Lo demás pende todavía de la investigación judicial.

Un año después, la instrucción sigue con la imputación del maquinista y doce excargos de Adif ¿ Por qué hablaron los dos empleados dos minutos antes del descarrilamiento sin que, como establecía el libro itinerario, el maquinista hubiera empezado a reducir hasta situar la velocidad por debajo de los 80 kilómetros de seguridad? Por el momento, el instructor Luis Aláez ha imputado a Garzón 80 homicidios imprudentes, y a doce excargos de Adif, la compañía pública, por la comisión de un delito contra la seguridad colectiva. Pero el juez ya no es el juez: Aláez se ha marchado para asumir el juzgado número 1 de lo penal de Santiago. Atrás deja la instrucción de una tragedia que rotuló nombres en 80 tumbas que nadie pensó ocupar tan pronto.

–Señores, vamos a pasar por los túneles de Guadarrama. Tripulación, prepare procedimiento.

Quien habla es el conductor de este nuevo Alvia que, 362 días después, recorre, como el de la desolación, los 602 kilómetros entre Madrid y Santiago. Eso sí, cambiando de vía tres veces, a la espera de que Galicia tome posesión como Comunidad de primera con un AVE que le permita conjurar casi seis horas de siesta, lectura y morriña de Europa. Cuesta no espejar esta situación a la de ayer: el revisor que hoy transita por el pasillo del convoy con una sonrisa de buen anfitrión fue compañero de Antonio Martín Marugán, aquel que justificó a los investigadores su llamada a Garzón minutos antes del accidente.

–Naturalmente que no hablábamos de nada personal. Faltaría más. Se trataba de un servicio a unos viajeros , una familia, para que se bajaran en Pontedeume por un lugar más cómodo, porque el paso habitual no lo es.

Para Pontedeume queda medio libro por leer. Acaban de pasar las estaciones de Segovia-Guiomar, Medina del Campo, Zamora... Parecen las estaciones del calvario por las que transitaron Ana, Benigno, Rodrigo... Hoy, a mi lado, seguro que hay otra Ana, otro Benigno, otro Rodrigo, con ganas de divertirse, bien ajenos a la vocación del periodista por rememorar el infierno y quemarse las manos mientras escribe entre su fuego.

Los viajeros de hoy solo dormitan por ver si así el maquinista –este, sí– dibuja la curva de Angrois, un año después, con la delicadeza con que se acaricia la cara de un bebé.

–Señores viajeros: próxima estación, Orense.

La voz, grabada y dicharachera, anuncia la parada en la que el maquinista Garzón se montó un año antes, cerca del fin. Hoy, su compañero reduce progresivamente de 199 kilómetros por hora a 90, velocidad con la que entra en el túnel antes de la curva fatal. Cuando sale, el tren ya circula a tan solo 78 kilómetros por hora.

Hace un año no ocurrió así... Lo que vino fue un fuerte ruido. Un golpe seco. La oscuridad.

Viaje en las tripas del Alvia

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