Entrevista | Presidente de la Asociación de Perjudicados por el Accidente Ferroviario del Alvia de Santiago (Apafas)
Cristóbal González: «¿Por qué no hay esa colaboración que se nos prometió en su día?»
Este sevillano, militar retirado, viajaba en el primer vagón de pasajeros. Tras el accidente se colocó al frente de los afectados. Mide cada palabra porque el dolor y la determinación no están reñidos con la prudencia
abraham coco
La primera vez que nos vimos, Cristóbal todavía estaba en camisón en el hospital con la cabeza recién cosida. El costurón lo esconde ahora su pelo grisáceo. Treinta puntos y varias sesiones con el neurólogo aún pendientes. Hace un año, acababa de despedirse de ... su mujer y sus hijos con un escueto mensaje: «Os quiero. Adiós». Pensaba que se moría, pero tuvo la suerte de estar en el vagón 9, el primero de pasajeros tras la locomotora y el generador, el único que quedó unido a la cabeza del tren. Aunque las cicatrices no saben de convoyes: en lo psicológico, da igual el asiento en el que se viajara aquella tarde .
Todas le acompañarán este 24 de julio en los actos de recuerdo a las víctimas del Alvia, a las que preside con más trabajo que en sus años de militar. Le he hecho madrugar y no comparte eso de que, por esa razón, Dios nos ayudará a sobrellevar el resto de la jornada.
Mide cada palabra porque el dolor y la determinación no están reñidos con la prudencia. La tostada con aceite y jamón de York no tiene tan buena pinta como las que sirven en su Sevilla, pero él excusa que es temprano y no tiene demasiada hambre. Probablemente usted disfrutaría tomando unas cañas con Cristóbal González Rabadán. Del 62. Es de conversación fácil, sin pliegues incómodos y con enjundia. Por las horas, optamos por dos cafés con leche.
En el móvil guarda la fotografía con su maillot ensangrentado en la curva de A Grandeira, un paisaje que no olvida . Le ayuda un policía de paisano. Había transcurrido más de media hora desde el descarrilamiento. En ese tiempo, este peregrino echó una mano en lo que pudo a sus compañeros de desgracia. Su bicicleta quedó en las vías, pero en Cristóbal hay algo de necesario ritual. Ha mimado los actos colectivos del primer aniversario pensando en todos. También tiene el suyo propio: como hiciera el verano pasado, ha pedaleado junto a un amigo por la Vía de la Plata.
—Decidió ponerse al frente de todas las víctimas y la tarea no debe de ser pequeña, ¿cómo se encuentra?
—Físicamente y anímicamente bien. Emocionalmente mal mientras esto siga abierto. Contactar y conocer el dolor de tanta gente, te llega.
—Imagino que el último año habrá sido en el que menos tiempo ha pasado en Sevilla. Ha viajado mucho entre Madrid y Santiago. ¿En el Alvia?
—Fui la primera víctima en volver a coger el mismo tren. Tres semanas después del accidente pasé por la misma curva. No fue fácil. Aún hay personas que no pueden montar en tren.
—Al margen de lo personal, ¿cómo están las víctimas un año después?
—Aparte de secuelas físicas —hay afectados que continúan pendientes de intervenciones quirúrgicas—, la secuela que todos tenemos es la psicológica, tanto de afectados directos como de familiares. Seguimos con atención y en procesos de rehabilitación. Sabemos de personas que van a llegar a perder algún miembro. Muchos de nosotros se han quedado con muchas limitaciones como brazos sin movilidad. El accidente ha supuesto un antes y un después en su vida: dependen de otros.
—¿Las puertas de despachos a las que han llamado han estado abiertas?
—No se me ha cerrado ninguna.
—Hace varias semanas se produjo un malentendido con las indemnizaciones, ¿ha quedado aclarado?
—Allianz decía que se indemnizaba por la totalidad de todos los conceptos y de forma definitiva. No se puede hacer así porque no sabemos si tiene que seguir cubriendo indemnizaciones, además del seguro obligatorio de viajeros (SOVI), en caso de responsabilidad civil. El SOVI de Renfe lo cubre Allianz y la responsabilidad civil, QBE. En Adif, la responsabilidad civil la cubre Allianz. Si las dos fueran condenadas, ambas tendrían que pagar. Ha quedado aclarado tras reunirnos con ellos. La redacción de la liquidación se va a cambiar con mayor transparencia para que no haya confusión.
—¿Cómo están viendo desde Apafas la investigación judicial?
—Pésima y no adecuada. No consideramos ético, moral y humano que tantas imputaciones en Adif como ha dictado el juez Luis Aláez se hayan levantado ni que se estén acogiendo a su derecho a no declarar. ¿Qué tienen que ocultar? ¿Por qué no hay esa transparencia y esa colaboración que se nos prometió en su día?
—¿Habrá más responsabilidades a mayores de la del maquinista?
—Me mantengo en lo que el juez me dijo en varias ocasiones: confianza. Vi firmeza en su mirada. El fiscal seguirá recurriendo autos de imputación, pero es solo una figura más del proceso. Si el juez se mantiene firme en que las causas del accidente no vienen solo por el maquinista, se tendrá que llegar a esa determinación. Hay indicios y pruebas. Estamos todos convencidos de que el factor humano no es la única causa. Y si así fuera, es una gran temeridad dejar un tren en manos de una sola persona. En este caso se habla de un despiste, ¿pero y si hubiera sido un mareo? Yo compro un billete con la confianza de que el tren me va a llevar indemne a mi destino y me echa fuera a doscientos kilómetros por hora en una curva. Tiene que haber otras medidas de control de seguridad para esos posibles errores.
—¿Temen que con el cambio de juez se pueda ralentizar el caso?
—Empezaremos a tener noticias en septiembre. La Justicia de por sí ya es lenta, pero al parecer el nuevo juez es fuerte y firme. Espero poder verlo.
—¿Les martillea que, como sostienen varios peritos, el proyecto original habría impedido el accidente?
—No hace más que ratificar nuestro convencimiento: si se hubiera obedecido lo que dictaba el proyecto original, allí estaría ese sistema de control permanente de velocidad y ese tren se hubiera frenado. La Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios (CIAF) ha demostrado que no es independiente al acusar solo al maquinista. Eso es una barbaridad. Es como si te operan dos cirujanos y uno te salva la vida y el otro te mata.
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