Hormigón catedralicio para llenar un todoterreno
La restauración de la Torre Norte del santuario jacobeo encara ya su recta final. En verano comenzará la Sur. Su jefe de obra detalla el proceso para ABC
ABRAHAM COCO
El skyline jacobeo de Compostela presenta esta primavera una imagen tan atípica como histórica. La Torre de la Carraca —llamada también Norte por su ubicación— aparece envuelta por un gigante andamiaje bajo el que empieza a lucir una imagen renovada que no tardará en verse. ... A su lado, aguarda su turno la Torre de las Campanas, situada al sur de su vecina. La cercanía entre ambas permite ver, tanto desde la misma plaza del Obradoiro como —aún mejor— si nos alejamos del casco viejo, el culmen de esta restauración, la mayor obra que ha vivido y que ocupa gran parte de los esfuerzos de un equipo que supera la veintena de profesionales: el remate de la torre ha sido desmontado piedra por piedra.
Primero la cruz; a continuación, la bola metálica a la que se ancla; después, el pináculo que la sostiene, la linterna con su pequeña cúpula y, por último, el cupulino, punto en el que se encuentran ahora los trabajos llevados a cabo por la empresa Pecsa bajo la supervisión de Javier Alonso, el arquitecto que redactó el plan que rige toda las necesidades de reparaciones del santuario. El jefe de obra, Javier Marco, aparejador, comenta con ABC cómo está siendo este proceso, con el que se están solucionando algunos de los problemas estructurales y de humedades que el templo padecía. También algunos descubrimientos. La reforma de las torres es fundamental para continuar después con el Pórtico de la Gloria en el interior.
La instalación de la compleja estructura de andamios —76 metros, 120 toneladas, 10.301 metros cuadrados de superficie cubierta— supuso un mes de trabajo el pasado otoño. Sobre él, un equipo de hasta veinticinco técnicos y artesanos, tras haber sobrevivido a uno de los inviernos más ventosos y lluviosos que se recuerda en la capital y que ha ralentizado los plazos. Eliminan musgos y líquenes; limpian la piedra; la protegen; reparan fragmentos perdidos; rellenan juntas por las que se filtraba el agua. Y arriba, desde hace dos meses y medio, sacan hormigón «a cucharadas». En una o dos semanas, esta minuciosa labor habrá al fin concluido. Hasta ahora se han eliminado ya ocho metros cúbicos de hormigón, es decir, el volumen de un vehículo todoterreno.
Tres posibles teorías
Ese hormigón fue añadido en una restauración efectuada a mediados del siglo pasado que comandó Menéndez-Pidal, pero apenas hay documentación al respecto. Solo un escueto párrafo que da cuenta de ella. Existen varias teorías de por qué se empleó este material que —hoy ya se sabe— causa más problemas que beneficios. «Primero porque estaba de moda, eso por supuesto. La torre había sufrido daños con los rayos y había que reconstruirla de una manera firme según el criterio de la época. Además, a la vez intentaron solucionar la entrada de agua. Una tercera razón es que fuera para agarrar mejor el vástago», explica Javier Marco. Se refiere a la varilla que —como si fuera un pincho moruno— atraviesa la parte superior de la construcción por su interior desde la cruz hasta la cúpula, a la que se ancla para luchar mejor contra el viento. Este vástago también discurre por el interior de la bola, en cuyo interior se ha descubierto una inscripción, «1898», fecha en que debió de ser reemplazada.
A los especialistas les llama la atención que, además, la linterna de la torre sea maciza, pues recibe ese nombre porque lo habitual es que tenga ventanas que iluminen el interior, como sucede en la Berenguela, la Torre del Reloj de la Catedral santiaguesa . Eso les lleva a pensar también que no sea original.
Más allá de esta suposición, el proceso de eliminación del hormigón en el remate de la edificación, con su correspondiente desarme, se ha llevado a cabo con una cuestión en mente: habrá que volver a montarlo: «Ni que decir tiene que se ha ido documentando. Cada vez que desmontamos una hilada de piedra, hacemos una fotografía y se toman datos topográficos para que luego el montaje sea exacto a cómo estaba. Las piezas estaban numeradas por unas marcas rojas de nuestros antepasados: con letras las hiladas y con números las filas. Nosotros lo hemos respetado, pero además hemos tallado la numeración para que así no se pierda». Cuando concluya ese proceso, externamente, al ojo del peregrino, todo seguirá aparentemente igual , pero «se habrá liberado a la torre de un peso inútil», señala Marco. De supervisar esta mecánica se encarga Santiago Huerta, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y especialista en estructuras de piedra.
Estudio del subsuelo
Las buenas noticias en torno a la conservación del santuario también incumben al principal problema de la Torre Sur, su inclinación hacia un lado —la derecha vista desde el Obradoiro— y hacia delante. Por primera vez, detalla Marco, «se han realizado unos sondeos geotécnicos que nunca se habían hecho» a lo largo del perímetro catedralicio. En la propia plaza principal o en las circundantes de Azabachería y Platerías se han levantado las losas para analizar el subsuelo. Se ha podido determinar su resistencia. A mayores, «suponiendo las características de la época a la hora de excavar un cimiento —pues es previsible saber hasta qué altura llegaron y su anchura— tenemos los parámetros válidos para saber cómo funciona el cimiento sobre el terreno». Se ha concluido que la torre se inclinó «porque se estuvo muy cerca del límite que la zona podía aguantar. Cuando se dieron cuenta de que esto sucedía, construyeron los contrafuertes —tanto en la fachada como en el claustro— y lograron detener la inclinación». Así ocurrió ya en la época románica, antes de que en el barroco se diese a esta torre su aspecto actual. Las dudas sobre si todavía hoy se sigue moviendo han quedado resueltas y un escollo menos rodea al templo.
Son muchos los que quedan aún por solucionar. La Torre de la Carraca, cuyas obras pueden ser visitadas por los turistas, quedará renovada a finales de julio, pero ya desde finales de junio se comenzará a preparar el andamio en la de las Campanas. Durante un breve periodo de tiempo habrá estructuras sobre las dos. En agosto, ya se estará trabajando plenamente en la más sureña. En unos ocho meses —para la primavera de 2015— recuperará también un aspecto que influye más allá de lo meramente estético, en la conservación del monumento.
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