Dos siglos de lucha contra los números rojos en Sargadelos
La historia de la fábrica de cerámica está plagada de baches y ascensos. De un cierre de 75 años al repunte de ventas, el último capítulo de la marca se escribe ahora

Doscientos años de historia a sus espaldas y el reconocimiento de haber colocado sus figuras en todos y cada uno de los hogares españoles avalan la trayectoria de una fábrica de loza que ahora parece abocada a la desaparición. Y es que los números no cuadran en Sargadelos e, incapaces de soportar una deuda que ya toca los cinco millones de euros , a sus accionistas no les ha quedado más salida que entregarse en cuerpo y alma al temido concurso de acreedores. El reto, apuntan desde el Gobierno gallego, pasa por que el grupo trace un plan de viabilidad que garantice su continuidad y la de unos empleos que están en la cuerda floja. Pero para lograr el apoyo de las entidades financieras, sus administradores deberán sortear algunas piedras en el camino como la caída de ventas de los últimos años, la sangría provocada por el ERE y las deudas pendientes con la plantilla.
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A su favor, los accionistas juegan con la ventaja de que la firma es parte de la identidad de Galicia. «La marca Sargadelos es mucha marca y si no salimos de ésta será porque no la supieron sacar adelante», afirmaba este viernes la presidenta del comité de la fábrica que el grupo tiene en el municipio lucense de Cervo, echando la vista atrás a sus doscientos años de vida. Creada en 1806, en sus mejores momentos la cerámica de Sargadelos llegó a dar empleo a más de mil familias. De sus hornos salían más de 20.000 piezas anuales a comienzos del siglo XIX y las ventas le permitieron experimentar con el diseño y la decoración de piezas hasta conseguir modelos únicos.
Un lapsus de 75 años
Sin embargo, la historia de la marca está plagada de baches. En 1875 la fábrica atraviesa uno de sus peores momentos debido a las pérdidas económicas ocasionadas por los pleitos que la familia de administradores, los Ibáñez, habían contraído. Tanto fue así que la calidad de sus producciones cayó en picado obligando, en 1875, a cerrar la empresa. El lapsus duró 75 años, hasta que en la segunda mitad del siglo XX Sargadelos resucitó de sus cenizas de la mano de Isaac Díaz Pardo. La cosa mejoró y la marca recobró su prestigio a pasos agigantados, pero los problemas nunca acabaron de esfumarse. «Esto viene de lejos y hace muchos años que habría que haber dado un giro para adaptarse a los tiempos, pero no se hizo», comentan desde el comité de empresa. Parte de la plantilla de la fábrica, además, se queja de que la dirección de la marca no ha sabido tomar las decisiones acertadas para reflotar el negocio.
Adiós a los edificios ociosos
En una posición más que delicada, los accionistas apuestan por lanzar nuevos productos y expandir su mercado internacionalmente para salir del atolladero manteniendo el máximo de puestos de trabajo posibles. Antes lo intentaron con la venta de parte de su patrimonio, lo que además les permitiría deshacerse de «los edificios ociosos», pero la jugada no les salió bien. Tras anunciar el concurso de acreedores, el presidente de la junta de accionistas reconocía que «hay bastantes proyectos en marcha para conseguir esa financiación, pero necesitamos un poquito más de tiempo».
Dirección y plantilla encaran así, con reservas, un futuro incierto para una empresa que asegura que lo primero que harán será saldar las deudas que tienen con los trabajadores despedidos. En el aire está, por el momento, que este episodio sea un nuevo bache en la historia de la marca o el punto y final a un proyecto que convirtió a Galicia en referente cultural.
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