DEPORTE FEMENINO

Pureza y pasión por el judo

Ana Carrascosa reflexiona respecto a su carrera y hace balance sobre una disciplina de la que fue número uno mundial

Pureza y pasión por el judo MIKEL PONCE

RAÚL COSÍN

De extrema pureza es la íntima relación que guarda cada deportista con su hacer, con aquella disciplina que defiende y ama y por la que se apasiona -así es al menos para el deportista veraz-. Y por la que sacrifica su vida en el día ... a día de cada entrenamiento, de cada momento de competición. Y lo muestra en el narrar a otro qué es y por qué llega a los límites del esfuerzo y el trabajo que requiere su deporte. Y no hay engaño cuando no sólo lo cuentan las palabras, sino también los ojos del atleta. Y más cuando su carrera es dilatada y cuantiosa en éxitos, pero no le cuesta asomarse al estadio de los sentimientos cuando dice que ha llorado de alegría o de tristeza y sufrido y se enorgullece de lo que lleva tras de sí. Esa es la sensación cuando se escucha el verbo y las líneas que se aprecian en los ojos de la judoca Ana Carrascosa (Valencia, 6/5/1980).

Tan puro es lo suyo con el judo como el blanco del kimono que viste desde bien pequeña sobre un tatami. Ana comenzó a los cinco años en este deporte en el colegio Maristas y en el club Judokan. Era su hermano el que se introducía en el judo, y era élla la que escapaba «prácticamente todos los días de la clase de ballet para ver a mi hermano o incluso colarme en la clase». Fue su profesor Jesús Lloret, del que dice que es quien «me hizo amar este deporte», quien alertó a su madre de su fijación por la disciplina. Era niña «muy deportista» y con «cualidades físicas» y no rehusaba ningún deporte, aunque se quedó con el judo y el baloncesto.

Con quince años llegó su primer campeonato de España y lo ganó. «Ese momento lo viví como algo increíble; era un sueño subir a lo más alto del podio», recuerda. Fue entonces cuando decidió que quería continuar con el judo. Y vinieron dos medallas de Europa junior y una del Mundo junior con 18 años. «Conocí entonces a Miriam Blasco, que era la seleccionadora nacional, y decidí que quería dedicarme profesionalmente al judo», explica la valenciana.

Se desplazó a Alicante, donde estuvo desde los 18 a los 25 años. En ese espacio de tiempo con Miriam Blasco, con la que realizó un trabajo «profesional en cantidad y calidad», conoció a Azucena Verde, la que luego sería su entrenadora. Ana marchó antes a Francia, a competir con el Orleans a nivel profesional y respaldada económicamente. En tierras galas estuvo hasta 2008, y en ese espacio de tiempo conquistó el campeonato de Europa de clubes. Por entonces logró clasificarse para los Juegos Olímpicos de Pekín, pero ya bajo la tutela de Azucena Verde. Cuando se unieron en 2007, Carrascosa comenzó el despegue total. Fue a Pekín 2008 como campeona de Europa y número uno del mundo.

El esplendor en la carrera de Ana se desarrolló entre 2008 y 2012: dos medallas de Europa más, dos preseas en mundiales, tres podios consecutivos en el Grand Slam de París, y la clasificación para Londres 2012. Clave es el binomio con Azucena Verde: «Azu ha sido y es todo. Me ha hecho crecer no sólo como deportista, sino como persona. Ha hecho que trabaje durísimo cada día, que sólo me centrase en las cosas que dependen de mí, que no me pusiese límites en cuanto a objetivos».

Ana Carrascosa, de 33 años, ama el judo porque «he aprendido del compañerismo, del trabajo duro, de lo importante que es la fuerza de voluntad, y el espíritu de superación que despierta este deporte. Es una disciplina individual en la que dependes de ti mismo, en la que todo es muy intenso tanto para lo bueno como para lo malo. Y todo esto me ha servido para mi vida».

Significa la valenciana la dureza de su deporte y considera que «tanto física como mentalmente precisa de una gran preparación. Hay que trabajar aspectos físicos, técnicos, tácticos, y mentales. Creo que la preparación sicológica es fundamental pues hay situaciones límites en las que se tiene que ser capaz de resolver en poco tiempo». Y todo esto es a diario. «No recuerdo un entrenamiento en el que haya dicho: ‘qué suave ha sido hoy’. Siempre he llevado mi cabeza y mi cuerpo al límite, lo he entrenado y por eso he tenido éxitos».

«Mi motivación siempre ha sido intrínseca», explica Ana respecto a su carrera en el judo, vivida con la pasión interior en cada combate sin pensar en la recompensa en tono material o de repercusión. Y toda su narración la traslada también ahora a los pequeños, a la base, a los que les habla de la importancia del esfuerzo, del trabajo, de la búsqueda de objetivos. Y lo hace también en tiempos en los que viene retomando su formación y lo hace en Magisterio.

Pureza y pasión por el judo

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