El mago Bernanke

Ha vuelto a hacerlo. Lo que acaba de provocar ese Bernanke, el gobernador cesante de la Reserva Federal, debería garantizarle un puesto de honor en la historia universal no de la Economía, sino de la magia. Y es que lo suyo siempre ha tenido mucho más que ver con el gran Houdini que con los prosaicos manejos de la política monetaria. Repárese si no en el fenómeno paranormal que ha provocado esta semana en los mercados bursátiles del planeta. Un prodigio financiero que no admite explicación racional ninguna. Porque las bolsas todas, sin excepción, se han lanzado a una entusiasta carrera alcista… porque sí. En los manuales canónicos de Economía se dice que cuando baje el precio del dinero, aumentará de inmediato la demanda de crédito. Pero, desde que empezó la Gran Recesión en 2007, sabemos que los manuales canónicos de Economía estaban equivocados. Desde que el capitalismo sobrevivió a la caída de su particular muro de Berlín con la quiebra de Lehman Brothers, esa ley, simplemente, dejó de funcionar.

A partir de aquel instante procesal, cada vez que baja el precio oficial del dinero… nadie pide prestado ni un céntimo adicional. Ni un mísero céntimo. En paradójica consecuencia, cuanto más barato resulta tomar dinero en alquiler, más ahorra la gente. Sin previo aviso, las personas han decidido hacer justo lo contrario de lo que los economistas no han dicho siempre que tendrían que hacer. Todos lo han visto con sus propios ojos. Reducir y reducir los tipos no ha servido para nada. Los estímulos monetarios no han estimulado a nadie. Absolutamente a nadie. Ni han provocado una sola inversión nueva, ni han creado un solo empleo nuevo. A efectos de salir del túnel, su impacto ha sido cero. Nadie lo ignora. A estar alturas, ya no. Y sin embargo, el gran Bernanke vuelve a mover su varita mágica y los mercados globales enloquecen de euforia. Algo absurdo. Casi tanto como seguir llamando ciencia a la Economía.