«Victus» en el «oasis de alegría» de Sant Jordi
Albert Sánchez Piñol se corona como gran vencedor de la jornada en castellano y catalán
d. morán
«Sois héroes», se oye de pronto dentro de una de las casetas entre las que se intuye, libros y cabezas mediante, la silueta de unos cuantos escritores expuestos al sol. El que habla no es otro que Javier Cercas y los héroes, en este ... caso, unos sufridos lectores que han conseguido abrirse paso entre una multitud de cazadores de autógrafos de Albert Espinosa, el televisivo Frank de la Jungla y el político Miguel Ángel Revilla para llevarse un ejemplar firmado de «Las leyes de la frontera».
Héroes por llegar hasta ahí y también por hacerlo en un día que, fiel a sus propias leyes, convierte a los escritores en figuras de culto y a los libros en codiciados objetos de deseo. Autores y volúmenes, dispuestos en ese enorme tablero en el que se convierte el centro de una ciudad como Barcelona a la espera de que sean los lectores quienes muevan ficha.
Y este año, si por algo se recordará el día de Sant Jordi es por la multitud de gente que, desde primera hora de la mañana, empezó a deambular por el centro de Barcelona en una gincana libresca. Será que la gente, como apunta el presidente del gremio de Libreros, Xavier Mallafré, tiene ganas de olvidarse por unas horas de la crisis y zambullirse de forma masiva en ese «oasis de alegría» que es la Diada de Sant Jordi. Los libreros apelaban a la ilusión como factor intangible y si algo se respira en la calle es precisamente eso: ilusión.
«Esto es el mejor invento del mundo», añade al rato el propio Cercas mientras a su espalda se empieza a formar la enésima cola de lectores de Ildefonso Falcones, Maxim Huerta o la australiana Kate Morton, asbolutamente fascinada por un espectáculo de libros y rosas que contempla en directo por primera vez. «Todo esto es muy extraño, aunque de la mejor manera posible», sentencia mientras firma sin parar ejemplares de «El cumpleaños secreto» y «Las horas distantes».
A la hora de la verdad, la de los números y las cifras, el podio se acaba configurando según lo previsto y Albert Sánchez Piñol, Ildefonso Falcones y Alberto Espinosa se reparten los méritos -y también los trozos más grandes del pastel- con Javier Sierra, y Víctor Amela en castellano y Sílvia Soler, Màrius Serra y Lluís Foix en catalán, pero antes de cerrar caja y hablar de vencedores y vencidos, Sant Jordi sigue con sus propias dinámicas y rituales.
Los mismos que apuntan a la rivalidad entre los autores mediáticos y los que encadenan frases en soledad como uno de los punto calientes de la jornada, propician extrañas parejas de mesa y firma y ensalzan la imbatible capacidad del infatigable Francisco I báñez para seguir siendo uno de los autores más buscados y perseguidos. Máxime ahora que, además de dibujante, el creador de Mortadelo y Filemón ejerce como adivino adelantándose a la polémica por el espionaje con su álbum «¡Espías!».
Es lo que tiene Sant Jordi: lo mismo se puede salir de ahí con un dibujo personalizado del «pitoniso» Ibáñez que contemplar como el estreno literario de Jorge Javier Vázquez pone a prueba las vallas de contención que delimitan el perímetro de la carpa; que amanece con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, animando los lectores que estaban a punto de echarse a la calle a comprar libros en catalán; o merendar con la noticia de que la edición en catalán de «Victus» empieza a agotarse en librerías y tenderetes. Curioso que su autor, Albert Sánchez Piñol, haya decidido exiliarse de Sant Jordi ante la cada vez más masiva afluencia de escritores llegados desde órbitas televisivas, deportivas y demás universos paralelos.
El caso es que, con Sánchez Piñol o sin él, «Victus» sigue escalando posiciones hasta llegar al número uno y, de paso, rebate ligeramente esa máxima que el gurú de la crisis, Leopoldo Abadía, defiende durante el tradicional desayuno de escritores en el Hotel Regina y que viene a decir que «firmas es igual a ventas».
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