corazón de león
Córdoba
Ahora, cuando el deporte leonés agoniza, la tremenda esquela que comunica a los ciudadanos la muerte del vecino Ángel Fernández Córdoba revive sentimientos, recuerdos y añoranzas. Ha muerto un señor, un caballero, una persona de ley; ha muerto un amante del deporte, un pionero, un corredor de fondo a quien sólo la edad le privó del aire y de la vida. Y se ha ido, amortajado en su impecable terno, camino de la eternidad.
En estos tiempos, cuando en este León de «nuevos ricos» los aficionados del baloncesto, balonmano, fútbol y demás, alzan sus quejas al viento por no alcanzar sueños imposibles, aparece la imagen de Córdoba, un joven de la OJE (siglas de desprecio, para unos, y de aprecio para más), quien en los años sesenta del pasado siglo vació su juventud en educar, con el deporte, a aquellos chavales del Colegio Leonés, de los Agustinos, de los Jesuitas (incluido el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy), que compaginaban latín con gimnasia.
León ha vivido una época esplendorosa en el campo de los deportes; el baloncesto, el Ademar de balonmano, la Cultural futbolística, el atletismo del olímpico Manolo Martínez…, gracias a unos pioneros, como Córdoba o el Hermano Tomás (el de los Maristas) que inocularon en los colegiales el saludable virus de la competición deportiva. Aquello fue hace cosa de cuarenta y pico años…
El viernes murió Córdoba, un pionero del deporte leonés que en vida sólo recibió el homenaje de sus discípulos. Y ahí queda su legado: el Club Ritmo que su hija Ruth ha heredado para mayor gloria de la gimnasia (la mejor gimnasta española, Carolina Rodríguez, ahí crece) y para recordar por siempre a su padre; o sea, al caballero Don Ángel Fernández Córdoba.
Se supone que el Ayuntamiento de León está preparando un homenaje al gran pionero del deporte leonés.
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