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el burladero

Muros de ayer y hoy

Cuando Europa celebra que hubo muros que cayeron, otros se empeñan en reverdecer tenebrosos pasajes de su historia más sombría

Carlos Herrera

Parece mentira, pero hace de aquello veinticinco años. Creo que en Europa sólo De Gaulle había sido lo suficientemente valiente para anticipar el fracaso del comunismo y la caída, ladrillo por ladrillo, de los regímenes del Este, en los años sesenta, que es cuando tenía ... mérito, y no cuando se veía la carcoma de los sistemas absurdos, dictatoriales e inútiles de más allá de Berlín. Hermann Tertsch lo ha descrito a lo largo de todos estos años con precisión de relojero. Recuerdo cada una de sus crónicas sobre el derrumbe de los fantoches socialistas que manejaron al capricho de Moscú las vidas de los pobres desgraciados de aquellos lares. Los relatos acerca de la caída y muerte de los Ceauscescu, por ejemplo, desde los tumultos de Timisoara hasta las revueltas de Bucarest, son historia del periodismo europeo, español. Muchos creían en su buena fe que aquello no iba a ocurrir nunca: estaban convencidos de la viabilidad de sistemas centralizados, liberticidas, planificadores de la realidad como si esta no dependiese del libre albedrío de los hombres. Eran artificiales operativos de felicidad programada que sólo fueron capaces de distribuir miseria y terror a partes iguales. Como es sabido, el error de un portavoz alemán oriental precipitó la masiva presión de berlineses sobre las inexpugnables y asesinas fronteras de cemento con las que se simbolizaba la división de Europa. Egon Krenz, sucesor agónico del malvado Honnecker, no tuvo más remedio que autorizar la apertura de lo que ya estaba abierto por la presión popular, con lo que la llamada República Democrática de Alemania se disolvió como un azucarillo en el caliente café de la libertad. Todos los que apenas unos meses antes seguían defendiendo la rocosa firmeza de los sistemas comunistas del Este no tuvieron más remedio que aceptar a regañadientes su derrota; buscando, eso sí, todo tipo de excusas para justificar el fracaso palmario de sus ideales.

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