T-62: el error fatal que convierte los viejos tanques que ha desempolvado Rusia en «ataúdes blindados»
Además de contar con seis décadas a sus espaldas, este carro de combate que Putin usa para reforzar sus divisiones acorazadas almacena su munición en la torreta
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El T-62 es el heredero del T-55 y uno de los carros de combate pioneros de Rusia
La realidad escuece, y Rusia hace tiempo que dejó de ser el gran oso del este para pasar a osezno estepario. El Ministerio de Defensa británico lo demostró hace algunas jornadas al confirmar, mediante un informe de inteligencia, que Vladimir Putin ha desempolvado a ... montones viejas unidades de los vetustos carros de combate T-62 –diseñados a finales de los años cincuenta– para reforzar sus mermadas divisiones acorazadas. «Existe una posibilidad realista de que incluso las unidades del Primer Ejército de Tanques de la Guardia, supuestamente la principal fuerza de tanques de Rusia, sean reequipadas con T-62 para compensar las pérdidas anteriores», explicó el organismo.
José Luis Hernández Garvi, investigador histórico y analista militar, lanza una carcajada cuando escucha esta pintoresca solución del Kremlin. «Es absurdo. Aunque el T-62 es efectivo a media distancia, es un carro de combate desfasado. Si observamos la experiencia y la destreza que han adquirido los ucranianos en el uso de armas antitanque, podemos concluir que se van a convertir en verdaderos ataúdes blindados», explica en declaraciones a ABC. No niega que fue un vehículo revolucionario para la época y pionero en montar sistemas NBQ –defensa nuclear, biológica y química–; pero de eso han pasado ya más de seis décadas. «Es un diseño de los años sesenta, heredero de la tradición soviética. Está obsoleto», sentencia.
Por los aires
Lo que más escama a Garvi es que Rusia recurra aún a carros de combate que cuentan con un grave error que los convierte en una sentencia de muerte para sus tanquistas. «Todavía se ve en diseños posteriores como el T-72 y hasta los T-90. Almacenan la munición en la torreta o bajo ella; si reciben un impacto directo en esa zona, los cartuchos prenden y se produce una ignición que es letal para el vehículo», explica. El resultado es el efecto 'Jack in the box', que toma el nombre de aquellas cajas sorpresa en las que, tras girar una y otra vez una manivela, un muñeco salía disparado. En el caso de los carros de combate sucede algo similar, pero con la torreta.
El T-55, padre de la familia de tanques más famosa de la URSS primero, y de Rusia después, fue el pionero en este error; uno que han heredado sus hermanos menores. En todos ellos, la munición se sitúa en un anillo en la parte inferior de la torreta; para ser más concretos, justo debajo del comandante del vehículo. El número de cartuchos puede variar, pero suele oscilar las cuatro decenas. «Eso equivale a una gran cantidad de explosivo», según desvela Garvi a ABC. Si un proyectil impacta en esta zona, mucho menos blindada que el frontal del carro de combate, puede provocar la ignición de la munición almacenada en el interior.
«No es necesario que se traspase el blindaje. Se puede producir con el mismo golpe», sentencia Garvi. El resultado es que se produce una sobrepresión en el interior del carro de combate que solo puede liberarse con una explosión. El tanque se transforma en una suerte de olla exprés. Y el resultado es el esperado: la torreta sale catapultada. «La tripulación no tiene posibilidad de salvarse. Es un error que convierte el blindado en un ataúd con ruedas», añade el autor. Sus equivalentes occidentales superaron el 'Jack in the box' hace décadas al situar la munición en la parte trasera; amén de varias adaptaciones.
Una larga fila de vehículos, incluidos tanques y camiones T-62 de fabricación rusa, del ejército iraquí en 1991
«El método actual, que se utiliza en el M1 Abrams, es blindar los compartimentos o crear paneles de soplado, lo que desvía la fuerza de la explosión hacia el exterior», explica Fouad Sabry en sus ensayos sobre el tema. Garvi, por su parte, repite hasta hartarse que este error «demuestra lo poco que les importa a los rusos la vida de sus tanquistas». Y no le falta razón, ya que todas las potencias de primer nivel han comprobado que el efecto 'Jack un the box' es mortal para sus carros de combate múltiples conflictos. «Se vio en la guerra de Iraq, en la de Siria y, ahora, en la de Ucrania, donde las bajas son elevadísimas», sentencia el analista.
Diseño
La forja de este carro de combate comenzó en 1957. El objetivo: sustituir al T-55. La tarea no era sencilla, pues su predecesor contaba con un armamento todavía decente –un cañón de 100 milímetros considerablemente superior a los que montaban en la Segunda Guerra Mundial blindados medios más modernos como el Sherman o los Panzer V 'Panther' germanos–, podía disparar con una precisión del 60% en movimiento a una velocidad de 12 kilómetros por hora y montaba un blindaje elaborado a base de planchas soldadas y una torreta de fundición. Un portento para la época, vaya.
Pero el diseño del T-62 estuvo a la altura. En 1959 se iniciaron las pruebas del prototipo y, apenas tres años después, comenzó la producción en cadena. De hecho, tiene el honor de haber sido el último carro medio que se produjo en la Unión Soviética. Las novedades que atesoraba eran punteras. Para empezar, fue el único de su era que montaba un cañón de ánima lisa de 115 milímetros, la cual aumentaba la durabilidad y le permitía adaptarse al uso de munición más moderna en los años venideros. Fue un precursor en este sentido; hoy, la mayoría de tanques –entre ellos, el Leopard y el Abrams– la utilizan.
Efecto 'Jack in a box' en un tanque ruso durante la guerra de Ucrania
Por otro lado, contaba con un blindaje soldado frontal de 100 milímetros y un ángulo de inclinación elevado; dos características que hacían que sus enemigos directos, el AMX-30 galo y el Patton norteamericano, tuvieran que acercarse a menos de un kilómetro y medio para acabar con él. Con todo, y a pesar de que fue producido de forma amplia, no terminó de cuajar en el Ejército Rojo. «Fue construido hasta 1975, y solo logró reemplazar parcialmente a su predecesor, el T-55, con el que compartía enormes similitudes», explica el historiador Vicente Moreno Sanz en 'Breve historia del Ejército Rojo'. En la práctica, fue el último de su tipo antes de la llegada de los nuevos diseños.
Su peso, con todo, era relativamente liviano; entre 37 y 40 toneladas. No contaba tampoco con unas medidas demasiado exageradas: 9,3 metros de largo; 3,6 metros de ancho y 3 de altura. Su motor, un diésel V-55V, le ofrecía 580 caballos de fuerza y una velocidad máxima de 50 kilómetros en carretera. La realidad es que, en comparación, el T-62 resulta hoy demasiado ligero y compacto. Un ejemplo: el Challenger 2, el tanque que dota al ejército británico, pesa 75 toneladas equipado totalmente para el combate, tiene unas dimensiones mucho más grandes (11,50 metros de largo, 3,5 metros de anchura y 2,5 de altura) y, a pesar de ello, alcanza hasta los 60 kilómetros de velocidad en vía practicable.
Columna vertebral
A pesar de todo formó (y forma) la columna vertebral de las fuerzas acorazadas de hasta una treintena de países desde principios de los años sesenta. En su mayoría, regiones árabes, asiáticas, africanas y, en su momento, también del Pacto de Varsovia. «Ha participado activamente en diversos conflictos de los años setenta y ochenta como la guerra del Yom Kippur, el conflicto Libia-Chad, la Guerra de Afganistán, la guerra civil angoleña y el conflicto de Chechenia», explica el autor en su obra. Por lo general, se mostró fiable y eficiente, aunque poco –en realidad nada– pude hacer hoy frente a los Leopard 2, Abrams y Challenger que han enviado, respectivamente, Europa, Estados Unidos y Gran Bretaña.
Putin solo ha recurrido a ellos por dos cosas: la ingente cantidad de pérdidas que ha tenido en Ucrania y la considerable cantidad de ellos que escondía el ejército, desde la época de la Unión Soviética, en los almacenes de la estepa. Pero la necesidad es la necesidad y, el pasado octubre de 2022, Rusia ya informó de que modernizaría unos 800 blindados de este modelo para tratar de paliar la ingente cantidad de bajas que habían sufrido a lo largo del conflicto. La solución, no obstante, parece irrisoria. Enviar estas unidades a primera línea de batalla supone llevarlas al matadero. Lo llamativo es que no han sido los únicos; el Kremlin también ha recurrido a viejos transportes BTR-50, lanzados en 1954, para este conflicto.
Nuevas ideas
Su relativa eficiencia queda demostrada en que si siguiente evolución, el T-64. Este tanque fue alumbrado para sustituir de forma definitiva a los veteranísimos T-55, IS e, incluso, a las versiones más desfasadas del T-62. En lugar de ser una evolución de este último, el ingeniero Aleksandr Morozov planteó una nueva máquina que fue pionera en muchos sentidos. Para empezar, contaba con un cargador automático que permitió reducir la tripulación de cuatro a tres soldados. A su vez, estaba equipado con un blindaje compuesto revolucionario y sistemas de protección NBQ y de control de tiro.
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En la práctica, fue el primer carro de combate de segunda generación del todavía Ejército Rojo, un pilar sobre el que se asentaron sus colegas más modernos. «La producción del T-64 como un arma de 115 milímetros comenzó en 1964», explica Óscar Corcoba Fernández en 'Tecnología militar: Desde la bomba atómica hasta los robots de combate y la inteligencia artificial'. El experto señala también que, entre sus ventajas, se contaba su tamaño más reducido, lo que disminuía su silueta y su capacidad de ser alcanzado por el enemigo en mitad del campo de batalla. Aunque el sistema de carga automático tendía a 'comerse' los brazos de los cargadores.