INVENTOS DE VERANO
Este inventor olvidado se hizo rico al salvar nuestros veranos hace más de un siglo
Willis Carrier creó en 1902 el primer aire acondicionado de la historia para una empresa de litografías
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Iniciar sesiónWillis Carrier tenía claro cómo actuar ante un problema de altura: «Se debe uno preparar mentalmente para aceptar lo peor, y, finalmente, ya preparado y con tranquilidad, se debe tratar de mejorar lo peor». Esta fue la máxima que aplicó a principios del siglo ... XX, cuando la empresa de litografías Sackett & Wilhelms le pidió que ideara un sistema para controlar la humedad en sus imprentas de Brooklyn. Fue entonces, allá por 1902, cuando este ingenioso norteamericano sorteó las dificultades de la época e ideó un aparato que, con los años, se convirtió en el precursor del futuro aire acondicionado. Y vaya si le fue bien; tanto, como para ser nombrado una de las cien personas más influyentes del siglo XX por la revista Time en 1998.
Genialidad
Pero vayamos por partes, porque esta historia le dejará a usted helado... y disculpas por el chiste fácil. Nació el genio el 26 de noviembre de 1876 en la villa de Angola, ubicada en Nueva York, y lo hizo en una familia que regentaba una granja lechera en las afueras de Buffalo. Su historia no puede ser más americana: trabajador incansable, se deslomó durante años en el negocio de su padre. Lo llamativo es que, según sus biógrafos, siempre tuvo serias dificultades para comprender conceptos como el de las fracciones. Tuvo que ser su madre quien le ayudara a entenderlo con un bote de manzanas. «Fue lo más importante que me pasó en la vida», admitió el mismo Wills. Y llevaba razón, pues años después se hizo famoso gracias a esta lección.
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Carrier se graduó con éxito en la Universidad de Cornell como ingeniero en 1901. Poco después, aceptó un puesto en la Buffalo Forge Company, una compañía dedicada a la producción de calefactores, por diez dólares a la semana. El salario se hallaba por debajo de los mínimos de la época, pero no podía optar a mucho más. Fue entonces cuando apareció en escena la Sackett & Wilhelms. A esta empresa, el cambio brusco de temperaturas le causaba severos problemas de impresión. El proceso, según explica el economista británico Tim Harford en sus ensayos, requería que se imprimiera hasta cuatro veces sobre un mismo papel con tintas cían, magenta, amarilla y negra. Si la humedad variaba en cada una de ellas, el papel se expandía o contraía, y eso echaba a perder las imágenes.
Sackett & Wilhelms contrató a la Buffalo Forge Company para solventar este problema, y fue nuestro Carrier el que halló la solución. Una fría noche, el ingeniero obró su magia y diseñó una máquina revolucionaria. «Hizo circular el aire por unos conductos en forma de espiral que se enfriaban con amoníaco comprimido para mantener la humedad al 55 por ciento de forma constante», explica Tim Harford en 'Fifty Inventions That Shaped the Modern Economy'. Conocemos hasta el número de patente de este «aparato de tratamiento de aire»: 808897. Los impresores quedaron encantados, y los jefes de nuestro protagonista comenzaron a vender aquel ingenio a fábricas textiles, molinos de harina o la empresa Gillette, donde el exceso de humedad oxidaba las hojas de afeitar.
Y de ahí, al estrellato tras adaptar aquel invento para el uso humano. En 1911, Carrier presentó ante la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos sus «fórmulas psicrométricas racionales», el secreto que todavía se utiliza en la industria. Y, cuatro años después, fundó junto a otros seis colegas la Carrier Engineering Corporation con una inversión inicial de 32.600 dólares. Una compañía que, en la actualidad, cuenta con más de 40.000 empleados en todo el mundo. Aunque no fue hasta 1921 cuando el ingeniero patentó su «máquina centrifugadora de refrigeración», considerada, ya sí, el primer método práctico para aplicar aire acondicionado en grandes superficies. J. L. Hudson fue la primera empresa en hacerse con uno. A partir de ahí, el boca a boca se extendió.
Dos siglos
En los teatros fue bien recibido; y es lógico. Desde 1806, y hasta finales del siglo XIX, la forma de enfriar estas salas sin ventanas era mediante grandes bloques de hielo aislados con serrín. Hasta tal punto se masificó su uso, que la prensa de la época barajó la posibilidad de que hubiera «escasez de hielo» en Nueva Inglaterra. Carrier acabó con esta práctica con su invento. Aunque, para ser justos, no fue él quien forjó el concepto de 'aire acondicionado', este honor hay que atribuírselo a un ingeniero textil conocido como Stuart H. Cramer obcecado con utilizar vapores de agua para aumentar la productividad de los telares industriales. Y bien merece una línea el tipo.
El siguiente paso se dio a finales de la década de los veinte. Tras fusionarse con varias empresas, Carrier forjó una corporación que tuvo claro el camino que recorrer en los años venideros. El nuevo objetivo fue acceder a cada una de las viviendas de los Estados Unidos, y se hizo mediante los 'weathermakers' individuales. El eslogan lo decía todo: «La mitad de tamaño, la mitad del precio, pero el doble de protección contra las inclemencias del tiempo». Para mayo de 1931 ya habían instalado 600 sistemas 'Carrier room weathermakers' con una tecnología que se había probado, y perfeccionado, en la industria ferroviaria. «Fuera hacía un calor infernal, dentro de los trenes, una temperatura de 24º C., fresca y agradable», admitió el propio Carrier.
Y de ahí, a una actualidad mucho más fresca que en 1902. Todo ello, gracias a una mente revolucionaria que, por desgracia, permanece bajo la alfombra en nuestro país.
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